Katherine (28, Pueblo Libre). Doctora, confieso que he cometido errores en mi vida, como toda persona en este mundo, pero nunca me he dejado vencer; por el contrario, siempre he luchado por lo que quiero y, más aún, si se trata de encontrar al hombre de mis sueños.

Desde muy joven, mi madre y yo nos hemos apoyado una a la otra luego de que mi padre falleció. Poco antes de que terminara la universidad, descubrí que ella estaba saliendo con otro hombre. La noticia, si bien me tomó por sorpresa, me cayó muy bien, pues consideraba que era tiempo de que mi madre buscase una pareja si así lo deseaba.

Cuando Miguel llegó a mi casa, me pareció un hombre muy serio, pero al final se mostró como un tipo muy dulce y detallista. Con una carrera ya forjada en ingeniería industrial, era de esos hombres que viajaba por el mundo, pero nunca había tenido una relación seria porque su agitada vida laboral no se lo permitía. Hace unos años se asentó en Lima para dirigir su propia empresa. Fue entonces que conoció a mi madre. Cuando se mudó con nosotras, todo cambió. Noté que Miguel me veía como mujer y no como hijastra. La noche del 14 de febrero último, mi madre tuvo que salir de Lima por trabajo. Miguel y yo quedamos en ver películas juntos en casa, pero terminamos yendo a un bar. Su manera de hablar y actuar me hechizó por completo y terminamos en mi cama. No pasó mucho tiempo para que mi madre lo descubriera, por ello tomé la decisión de irme a vivir con Miguel. Ahora quiero sanar las heridas, conversar con mi madre y que ella me entienda.