Por: Magaly moro
magalymoro@grupoepensa.pe
Carla (Independencia, 20). Es como un juego que no quiero dejar. Conocí a Gabriel cuando estaba en la secundaria. En ese entonces, él era mi profesor de danza y tenía 14 años más que yo. Aunque lo veía muy de vez en cuando -las clases eran una vez por semana- me enamoré de él a primera vista.
Al principio no supe que tenía familia y tampoco me lo dijo porque nuestra relación era la típica relación alumna-profesor, pero yo no podía dejar de buscar cualquier pretexto para acercármele. No fue sino hasta que terminé la secundaria cuando me animé a buscarlo en las redes sociales.
No había dejado de pensarlo y hacía ya mucho tiempo que no sabía de él. Cuando aceptó mi solicitud de amistad en Facebook, inmediatamente me puse a indagar y no hallé ninguna a ninguna novia o esposa. Inicié la conversación y él se acordaba de mí.
De hecho, recordaba los pretextos que yo usaba para acercarme a él e intuía que me gustaba, algo que se lo confirmé después. Él quedó sorprendido a medias y, en lugar de alejarse, seguimos conversando durante un par de meses más.
Poco a poco esas conversaciones se iban transformando en una especie de coqueteo muy disimulado. Con el tiempo, investigué un poco más y fue ahí cuando descubrí que era casado y tenía familia. No había nada entre nosotros, así que se lo pregunté directamente y él, como siempre, sabía evadir la pregunta con un juego de palabras -los mismos que empleamos para coquetearnos-.
Desde que lo contacté ha pasado casi un año y nosotros continuamos chateando hasta altas horas de la noche. Poco a poco las conversaciones se van volviendo más íntimas e incluso me ha invitado a tomar un jugo. Yo me siento muy a gusto como estamos y no sé si dar un paso más adelante.
OJO CONSEJO:
Carla, intentar una relación sentimental con esta persona solo puede traerte problemas en un futuro. Corta comunicación antes de caer en la tentación.
(LEE TAMBIÉN) Casos del Corazón: Mi suegro busca algo conmigo