En los últimos días somos testigos de todas las promesas que vienen haciendo los candidatos para solucionar el caos y la corrupción que nos deja el gobierno de Ollanta, así como la inseguridad ciudadana. Nadie les cree. Hay una crisis de confianza y credibilidad en la clase política. El pueblo no ve con buenos ojos a Alan, Toledo ni PPK porque ellos ya han sido gobierno y no han hecho nada por frenar la delincuencia, las mafias y el narcotráfico. Tampoco confían en Acuña y hay una leve esperanza en Keiko, según las últimas encuestas. La campaña recién está comenzando y hay que esperar qué proponen en sus planes de gobierno.

El pueblo ya le dio la espalda al Nacionalismo de Ollanta y Nadine. Sus allegados están dejando sola a la pareja presidencial. Peor aún ahora que están en desgracia por las agendas. Estas crisis de falta de autoridad y liderazgo ya se han vivido en otras etapas electorales, pero nunca se ha llegado a una situación como la que estamos viviendo. La delincuencia, la violencia, el sicariato y las mafias siguen imparables. La policía queda chica para tanto delincuente.

Falta liderazgo y no hay autoridad. Las calles son tierra de nadie. Comenzando por los de arriba, no quieren respetar la ley ni someterse a la justicia que también está venida a menos. Lo peor es que este gobierno, que está de salida está dejando todos los problemas para que los arregle el que venga. De hecho que el Perú es una papa caliente con una carga pesada de corruptos y gente de mal vivir. El mal ejemplo lo dan los malos políticos y el pésimo sistema penitenciario que ha permitido que las cárceles seas verdaderas escuelas del delito.

Lo cierto es que Ollanta le deja a su sucesor un hueso duro de roer y que será todo un reto desterrar la corrupción y acabar con la inseguridad ciudadana, objetivo que solo se cumplirá con una profunda campaña de moralización. Lo grave es que hasta ahora ningún candidato a la presidencia tiene un claro plan para acabar con la violencia en las calles, las mafias, el sicariato, el narcotráfico y los narcopolíticos tocan las puertas del Congreso y palacio de gobierno.

Los candidatos están avisados por el bajón en las encuestas. Están repitiendo el mismo disco de hace 30 años y esa música ya está rayada. El pueblo está buscando honestidad y seguridad. Lo menos que se puede pedir para confiar en los políticos que han arruinado la confianza y credibilidad por apañar a la corrupción tanto en el gobierno central como en las regiones del país.

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