Una vez más los incendios forestales están causando zozobra en gran parte del país, principalmente en la sierra, arrasando pastizales, cultivos, bosques y viviendas, y hasta cobrando la vida de personas y animales domésticos. El costo es alto, pues no solo se destruye la fauna y flora, sino que también hay lamentar las pérdidas humanas que se pudo evitar. Mientras escribimos esta columna, bomberos y brigadistas combaten un incendio cerca a Machu Picchu, en Cusco, que amenaza con expandirse hasta la ciudadela inca. Sobre las causas, podemos mencionar el largo periodo de ausencia de lluvias, la quema de arbustos por parte de los campesinos, que no miden el peligro cuando limpian sus chacras para sembrar, y también la mala fe de gente inescrupulosa que prende fuego solo por diversión o maldad. Son las propias comunidades las que deben proteger y vigilar sus tierras, identificando a los pirómanos y denunciándolos ante las autoridades.