Damas limeñas con elegantes mantillas en misa de Domingo de Ramos, el 11 de abril de 1965. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)
Damas limeñas con elegantes mantillas en misa de Domingo de Ramos, el 11 de abril de 1965. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)

La Semana Santa es una de las festividades religiosas y culturales más importante del calendario cristiano; sin embargo, con el paso de los años -a los que se sumó la pandemia por el COVID-19- muchas de las costumbres o tradiciones familiares que practicaron nuestras abuelas y padres en estas fechas han quedado en el baúl de los recuerdos. A continuación algunas de ellas:

Traje oscuro y mantilla

En las primeras décadas del siglo XX en Lima y otras ciudades del país los creyentes recorrían en Semana Santa las siete iglesias con una vestimenta formal. Los hombres vestían terno negro y las mujeres en su mayoría un vestido oscuro también, pero además llevaban mantillas (velos bordados) sobre la cabeza y rosarios en la mano. Esto en señal de duelo por la muerte de Jesucristo.

Ni risas ni juegos

Resaltan las crónicas periodísticas que los limeños vivían la Semana Santa dedicados solo al rezo y a la meditación. Se consideraba pecado u ofensa el reír, cantar, jugar, reñir, hacer travesuras, ingerir bebidas alcohólicas y hasta levantar la voz.

El máximo silencio y recogimiento llegaba a las 3 p.m. del Viernes Santo, hora en que de acuerdo a la Biblia murió Jesús en la cruz. También se escuchaban matracas de madera en señal de duelo.

A los niños se les narraba en las casas los pormenores de la Última Cena, la Oración del Huerto y los demás episodios de la Pasión del Redentor.

Solo música clásica y películas religiosas

El silencio se apoderaba de la capital a partir del mediodía del Jueves Santo. “Todos evitaban hacer el menor ruido e incluso los animales de carga caminaban por las calles con los cascos forrados con tela”, relata una nota de archivo.

No funcionaban teatros ni otros espectáculos; cerraban los bares y restaurantes y los mercados solo funcionaban hasta las 8 a.m.”, se contaba también.

La solemnidad de la fecha era vivida con música clásica que transmitían las emisoras radiales y con películas sobre la vida de Jesús en los cines y canales de televisión. Entre ellas Jesús de Nazareth, Ben-Hur, Espartaco, Los diez mandamientos, Quo Vadis o Barrabás, aunque estas últimas son más recientes.

Algunos cines también llegaron a poner en cartelera películas mudas relacionadas a la pasión de Jesús.

No se podía comer carne

El Jueves y Viernes Santo era impensable comer carnes rojas. ¿Qué se comía? El bacalao de Noruega estaba en casi todas las mesas, así como los dulces de Semana Santa, entre ellos el frejol colado y el dulce de higo.

El duelo y el recogimiento terminaba al día siguiente, es decir el Sábado de Gloria. Para ese día festivo la tradición era preparar un banquete especial a base de cerdo o el tradicional sancochado.

Esta comida especial se compartía en familia, pero en algunas partes del interior del país, en la sierra por ejemplo, la tradición era enviarle lo preparado a los vecinos o amigos. Esta costumbre se practica hasta ahora en algunos lugares durante la Semana Santa.

El bullicio también se volvía a apoderar de las calles el Sábado de Gloria. “Los pregones de tamaleras, humiteras y tisaneras, entre otros, volvían a escucharse en las calles, mientras que en las plazuelas las alegres notas de la zarzuelas de moda eran interpretadas por las bandas militares”, relataban las crónicas periodísticas.

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