Magaly Moro

Juan Alberto (65, Pueblo Libre). Doctora Moro, recurro desesperado a usted porque necesito que me ayude a tener las palabras indicadas para hablar con mi esposa Pilar sin herir sus sentimientos.

Estoy casada con Pilar hace 35 años; aún recuerdo la primera vez que la vi, era una esbelta joven de piel clara y cabello rubio, no exagero si digo que parecía una estrella de televisión. Con el paso del tiempo, era natural que su piel ya no sea como el pétalo de una rosa, pese a ello yo siempre le decía que la amaría hasta cuando esté arrugadita como una pasa, pero mi mujer se enojaba. “Antes muerte que vieja”, decía.

Hace cuatro años empezó a hacerse algunos “retoquitos” para seguir manteniéndose bella. Eran tratamientos costosos, que en aquel entonces yo podía pagar porque tenía un buen trabajo, pero hace poco me despidieron y las cosas cambiaron. No obstante, Pili insistió en seguir colocándose bótox y empezó a atenderse con otro médico. El asunto es que los resultados no son nada favorables, por el contrario, siento que mi esposa ya ni siquiera puede sonreír; no tiene expresiones y cada vez sus rasgos se vuelven más toscos. En conclusión, señora Moro, se ve fea.

Yo le he dicho con mucho amor: “Esposita, tú no necesitas de esas sustancias, eres muy guapa y sigues joven, no sigas con esos tratamientos porque te vas a arrepentir”. Sin embargo, respondía furiosa: “Claro, seguro ya andarás detrás de una mocosa, viejo verde”.

Yo la amo, pero me da miedo imaginar cómo terminará. Ayúdeme, por favor.

Ojo al consejo

Querido Juan Alberto, al parecer tu esposa está atravesando por una etapa difícil en la que no acepta que los años pasan y todo cambia, que la belleza se desvanece. Lo mejor que puedes hacer es ofrecerle ayuda psicológica, ya que a veces las mujeres se obsesionan con la juventud.

Tú sigue manteniéndote cariñoso como siempre, sin duda, eres un muy buen esposo. Suerte.