Magaly Moro

Claudio (32 años, Breña). Doctora Moro, soy un fiel lector de su sección; me agrada saber que los corazones rotos y dañados puedan ser escuchados. Espero pueda ayudarme a mí también.

Hace dos años llegué a Lima con Verónica, mi pareja. Nosotros vivíamos en Venezuela, donde el amor nunca nos faltó, pero aquí el caos y la violencia psicológica apareció repentinamente. Empezaron las discusiones e insultos por parte de ella. No soportaba que viviéramos en un cuarto sin comodidades, tal y como estaba acostumbrada.

Aunque se me partía el corazón, señora Moro, durante ese tiempo entendí que Vero no me amaba de verdad, solo estaba conmigo por la posición económica que tenía en mi país natal. A pesar de eso, no quise terminar mi relación con ella porque le tenía mucho cariño a su niño. Lo vi desde bebé y me costaba alejarme de él.

Lamentablemente, los días a su lado se tornaron insoportables. Vivía mal, los ingresos no me alcanzaban, ella comenzó a traer a sus nuevos amigos a la casa para beber y las peleas aumentaban. Un día, cansado de su vicio por el alcohol y de sus maltratos, cogí mis cosas y alquilé un cuarto en Breña. Perdonar y olvidar fue un proceso, la familia que me alquiló la habitación me dio regocijo, me decía que cortar todo vínculo era lo más prudente.

Llegó el 2021 y Verónica me buscó. “No puedo estar alejada de ti, no sé qué me pasó. Me emocioné con tanta gente nueva y quise conocer el país olvidándome de ti”, fueron sus excusas.

Doctora, ahora no sé qué hacer, obviamente la amo y amo a su pequeño, pero no la siento sincera. Por otro lado, no quiero estar solo en este país. ¿Qué hago?

Ojo al consejo

Estimado Claudio, supongo que estar en otro país, alejado de tu gente, hace que te sientas solo pero ese no es motivo para volver con una persona que solo te ha hecho daño durante su romance. Piensa bien las cosas y recuerda el refrán: “Más vale solo que mal acompañado”. Necesitas de personas que te sumen, no que te brinden un problema más. Suerte.