Magaly Moro

Julieta (30 años, Lince). Doctora Magaly, estoy sumamente mortificada. Este viernes 27 de marzo era mi matrimonio religioso, ya todo estaba listo, el salón de recepciones, la orquesta, todo, solo esperaba que llegara la gran fecha. Sin embargo, por culpa del coronavirus tuve que cancelar mi unión.

El día ya estaba separado desde hace seis meses. Planeé todo con mucho detalle. Me costó mucho trabajo conseguir una iglesia que tuviera esa fecha libre. Además, mis hermanos, quienes viven en Canadá, habían hecho todo lo posible para llegar a Lima para la ocasión. Ahora, todo está arruinado. Me siento fatal.

Sin embargo, este pesar parece que no es compartido por mi futuro esposo José. Él apenas se enteró que el presidente Vizcarra declaró el estado de emergencia por 15 días tomó muy a la ligera la noticia y me dijo: “Bueno, habrá que posponer la boda. No hay de otra. Luego pensamos en la nueva fecha”.

Al escucharlo, sentí una gran indignación y furia. Me pareció que no le importó la suspensión de nuestro matrimonio y se lo reclamé. Tuvimos una fuerte discusión. Él me reclamó que casi todas las decisiones con respecto a la boda las tomé yo, que no le había preguntado lo que él deseaba para la ocasión. Me hizo sentir mal.

Siento que en el fondo José no quería casarse conmigo, que estaba esperando que algo ocurriera para que no nos unamos. Estoy triste, señora Moro, creo que mi novio está dejando de quererme. Lo amo y no quiero perderlo. Temo preguntarle si realmente se quiere casar conmigo.

OJO AL DATO

Estimada Julieta, me parece que tú y José tienen una conversación pendiente. Percibo que hay detalles de la boda en que tu novio no tuvo participación y que por esto guarda cierta molestia. Eso no significa que no te ame, pero es entendible que esté fastidiado. Por otro lado, pueda ser que tenga un carácter más despreocupado, por lo que no tiene problemas con la fecha. Conversen. Suerte.g

TAGS RELACIONADOS