Magaly Moro

Liz (28 años, Pueblo Libre). Doctora Moro, siento una atracción muy fuerte por un caballero apuesto. Desde que conocí a Nicolás, mi profesor de yoga, me siento como un volcán a punto de entrar en erupción.

He imaginado sus suaves manos acariciándome. No sé qué hacer con esta emoción que me desborda. ¿Está mal, señora Moro?, ¿estoy pecando por sentirme así y tener estos pensamientos?

Lo peor de todo es que la última vez que tuvimos una sesión nos quedamos solos. Él me miró como si quisiera decirme algo. Sentí sus ganas de abrazarme y de besarme, pero no hizo nada.

Si no fuera porque en ese momento sus otros alumnos tocaron la puerta del ambiente donde estábamos, yo dejaba salir todo lo que siento por él.

Sé que no es ético que un profesor tenga algo con su alumna, pero podemos hacer una excepción y quedaría como un secreto nuestro. El problema es que no sé cómo proponérselo. Creo que él también quiere pasar una noche conmigo. Ya han transcurrido varias semanas desde que nos conocemos y apenas hemos cruzado palabras.

Sin duda, nuestros cuerpos están destinados a estar juntos, sentirse, olvidarse de los prejuicios y liberarse.

¿Qué hago? No quiero parecer desesperada, pero ese hombre puede volver loca a cualquiera y yo no quisiera perder la oportunidad de mi vida. Estoy convencida de que tener un encuentro íntimo con él será inolvidable.

Creo que de alguna manera la vida me está dando la oportunidad de experimentar aventuras que a mis 28 años jamás hubiera imaginado. ¿Qué me aconseja?

OJO CONSEJO:

Liz, habla con Nicolás y exprésale tus emociones. Quizás puedan compartir un buen momento siendo adultos responsables y sin lastimarse mutuamente. Éxitos.