Ve a mujeres de la calle
Ve a mujeres de la calle

Laura (43, Zárate). Después de tres años de matrimonio vengo a descubrir que mi esposo frecuenta un bar donde hay mujeres que venden sus caricias y se acuesta con ellas.
Hace tiempo me di cuenta que andaba en algo extraño, pues llegaba más tarde que de costumbre, apenas me saludaba y directo se iba a la ducha e incluso se dormía al toque y ni me tocaba.
Un buen día encontré en su carro un lápiz labial y un cepillo de cabello que no eran míos, le reclamé y me dijo que había llevado a varias compañeras del trabajo hasta un restaurante donde se iban a reunir y que quizá era de una de ellas.
Quise creerle, pero me quedé con la duda, hasta que un día me sentí mal, fui a la ginecóloga y me dijo que tenía una enfermedad venérea. Casi me muero porque era obvio que mi marido me estaba engañando sabe Dios con quién y era él quien me había contagiado.
Le reclamé, le dije lo que tenía y le exigí que me dijera la verdad, que no era cosa de broma, sino por mi salud, y terminó confesándome que solía ir con unos amigos a un bar donde hay mujeres que bailan y se acuestan con los clientes.
Casi me caigo de espaldas, doctora, pues creí que me diría que tenía una aventura, pero jamás imaginé que sería uno más de esos parroquianos que buscan prostitutas.
Ahora estoy desesperada, no sólo porque tengo miedo de las consecuencias de la enfermedad que me contagió mi marido, sino que a pesar de todo lo que ha hecho siento que no quiero perderlo. Y es que estoy confundida, pues no quiero que ni me toque y ni siquiera que me dé un beso, sin embargo, cuando no lo veo me hace falta y no sé si es amor o costumbre.