La radical transformación de unos gemelos que cayeron en el mundo de las drogas (FOTOS y VÍDEO)
La radical transformación de unos gemelos que cayeron en el mundo de las drogas (FOTOS y VÍDEO)

“Somos como una moneda al aire y ahora estamos del lado que uno menos quiere”, dice Luis Neira, un sexagenario que desde hace tres años vive en la calle producto de su adicción a las .

“El Profe”, como lo llaman, no pasaba por apuros económicos ni mucho menos. Vivió 22 años en Estados Unidos, con trabajos cómodos; y en el Perú enseñaba el curso de Inglés en colegios importantes. No obstante, desde que empezó a consumir alucinógenos dejó de lado estas ocupaciones y se alejó de su familia, que vive en el país norteamericano.

Se instaló en la calle y comenzó una nueva vida allí, acaso más cercana a la muerte. “Al principio uno tiene vergüenza, pero después te acostumbras”, dice “El Profe”, cuyas arrugas en su rostro sucio denotan cansancio y pesar.

“Realmente esto (la drogadicción) no es algo que uno quiera o desee. Uno quiere salir, pero es bastante difícil. Creo que es falta de fuerza de voluntad, ayuda del Gobierno, de los amigos”, cuenta desde un pavimento roído ubicado una calle de La Victoria, en donde sobresalen encendedores, pipas artesanales y ketes de pasta básica de cocaína (PBC).

GEMELOS DROGADICTOS.

Acompañan a “El Profe” Jorge Flores Girald y José Flores Girald. Ellos son gemelos, tienen apenas 24 años y habitan en las calles de Lima desde hace once meses. 

(FOTO) Nadie imaginaría cómo terminarían estos tiernos gemelitos

Antaño vestían las mejores prendas de las tiendas de la capital y paseaban por países de Europa. Ahora visten harapos y las calles son su único destino

Este es el antes de los hermanos Flores Girald

“Todas las personas somos adictas”, dice José cuando un equipo de este diario le pregunta por su adicción a las drogas. “Uno es adicto a comprarse cosas materiales; otros, a la bebida. Hay que ser menos hipócritas. Nosotros vivimos como queremos”, refiere mientras esparce con sus manos sucias las cenizas de una colilla de cigarro sobre una pipa artesanal, en la que agrega ketes de PBC.

Así lucen ahora los hermanos Flores Girald

En ese momento, José le cede su pipa lista a “El Profe” y este le agradece. “Muchos de nosotros no perdemos los valores, aun estando en la inmundicia”, refiere el sexagenario.

José Flores apenas y puede caminar. Tiene una herida en su pierna derecha que adquirió tras sufrir un accidente. Sin embargo, hasta ahora no ha querido recibir atención médica. “Él (“El Profe”) caminaría descalzo y me daría sus zapatillas. Me ayudaría a caminar”, cuenta.

MÁS DE 150 “PIPAZOS”. 

Al día, estos “habitantes de la calle” pueden fumar más de 150 “pipazos”, y es que, a diferencia de otras drogas, la PBC genera una adicción muy rápida. “Está más o menos documentado que dentro de los 4 o 6 primeros meses de consumo la persona inmediatamente reacciona y genera dependencia”, reveló a OJO Milton Rojas, psicólogo del Centro de Información y Educación para la Prevención del Abuso de Drogas (Cedro).

Lo alarmante, según el especialista, es que el consumidor está propenso a serios problemas en su salud mental y en su salud física. “El adicto a la PBC se expone a una serie de patologías. Muchos de ellos adquieren enfermedades como la tuberculosis. De día duermen y de noche salen. No se asean, no se alimentan. La pasta básica también tiene la capacidad de dañar el cerebro. El paciente puede tornarse psicótico temporal o ya permanente”, remarcó el especialista.

Es un miércoles de invierno y la lluvia no ha dejado de cesar en la capital, mientras que en una vereda de La Victoria, cubierta por la inmundicia, “El Profe”, los gemelos Flores y otros tantos “habitantes de la calle” descansan en sus casas de cartón. Por fin, en sus sueños fugaces, han dejado de drogarse.

Cedro indicó que tiene un programa de atención ambulatoria para las personas que quieren iniciar un proceso de tratamiento. A los adictos a la PBC se les da inducción, motivación y se los deriva, si es el caso, a centros de salud para que sean atendidos. Para los menores de edad hay un programa estructurado.

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