Cuando ir a trabajar es un suplicio
Cuando ir a trabajar es un suplicio

Son las 4 de la mañana y Alejandro Nuntón Chavesta, trabajador y accionista de la empresa azucarera de Tumán, ubicada en el distrito del mismo nombre, en la provincia de Chiclayo, comienza su larga jornada laboral; aunque en el último mes ha tenido que adelantar su viejo despertador de campana una hora, pues ha sido cambiado a otro anexo llamado “La Calerita”, en una zona alejada del distrito de Tumán.

Rápidamente, mientras realiza su higiene personal y se cambia de vestimenta, su esposa se levanta de la cama para prepararle el desayuno y algunas guarniciones para que resista el hambre durante el día, pues el camino hacia “La Calerita” es largo y accidentado.

A las 4:45 de la mañana, Nuntón Chavesta, casi listo para salir, mete dentro de una mochila de color azul -un poco desteñida por el sol- sus alimentos y va en busca de su principal herramienta de viaje: su vieja bicicleta.

Alrededor de las 5:00 a.m., con un machete en mano y una palana al hombro, empieza su recorrido hacia el anexo “La Calerita”.

Dura travesía. La empresa azucarera Tumán brinda a los trabajadores que laboran en los anexos lejos del distrito autobuses que se estacionan en las afueras de la fábrica a las 5:30 de la mañana para trasladarlos a sus lugares de trabajo. Pero para llegar a “La Calerita” no existe movilidad alguna por parte de la empresa, por eso los azucareros que viven en el distrito tumaneño tienen que buscar la manera de llegar a tiempo a su zona de trabajo. El ingreso es a las 6:00 de la mañana.

El tiempo para llegar a este anexo es de aproximadamente dos horas caminando, una hora y media en bicicleta y una hora con quince minutos en motocicleta. Además del problema de la distancia, no existe carretera en esta vía y todo el camino es trocha accidentada.

Con gran dificultad y aún con el día a oscuras, Alejandro va por su primera hora de camino y ya se siente cansado, pese a eso sigue pedaleando, pues aún le falta una hora más y no puede llegar tarde ante el mayordomo de la zona, quien sería su jefe inmediato.

El trabajador azucarero llega al desembocadero del río Reque, en donde del otro lado ve a uno de sus compañeros cruzar una pequeña laguna que los separa, mientras que él, de forma rápida, se saca las zapatillas y se pone sus sandalias.

La crecida del río aún no se ha dado, así que el nivel del agua es bajo, las sandalias que usan los trabajadores para cruzar es porque el camino debajo del río es de piedras y resbaloso, difícil para caminar descalzo.

Nos cuenta Nuntón que cuando el río crece, para pasar tienen que hacerlo en dos viajes: uno cargando la bicicleta sobre él y otro para cargar sus cosas, pues el nivel del agua le llega hasta los hombros. Por ahora solo hace un viaje. Ya está cerca, le restan 20 minutos para llegar a “La Calerita”.

Estas son las peripecias que pasan todos los trabajadores azucareros que laboran en “La Calerita”, lugar adonde son enviados por disposición de la Gerencia de Recursos Humanos de la Empresa Agroindustrial Tumán.

CASTIGO. Nuntón nos cuenta el motivo por el que fue cambiado de zona de trabajo y enviado a “La Calerita”, lugar donde -según nos dice- son enviados todos aquellos trabajadores que presentan algún reclamo o se oponen a la Administración Judicial de turno en esta excooperativa.

“Solo por presentar una demanda en contra de la Administración me castigan de esta manera”, nos dice Alejandro, a la vez que, tras laborar 8 horas con palana en mano y bajo el radiante sol de Tumán, coge su bicicleta para regresar a su casa, debiendo para ello volver a pasar la sacrificada travesía de dos horas de camino.