Nacen niños pura chamba
Nacen niños pura chamba

Un año atrás el Sector 2, Grupo 14, de Villa El Salvador, era nido de sujetos de malvivir, borrachos que se confundían con las piedras y los montículos de basura. El paisaje era desolador, inseguro y maloliente. En cualquier instante, los niños tropezaban contra una roca puntiaguda, caían sobre botellas rotas o podían sufrir un asalto.
Ahora, un grupo de niños y adolescentes cansados de vivir en medio del infortunio convirtió el basural del barrio en un bello huerto donde cosechan lechugas, rabanitos, zanahorias y otras verduras, que venden o consumen con sus familias.

PURA TERNURA. Después de asistir al colegio y almorzar, los menores de edad ingresan al terreno, que han bautizado como “Huerto de la ternura”.
Con la ayuda del Instituto de Formación de Adolescentes y Niños Trabajadores (Infant), padres e hijos han aprendido en poco tiempo a preparar la tierra y sembrar hortalizas, lo que les ayuda a mejorar su calidad de vida.
“Nuestros ancestros se dedicaban al trabajo en el campo. El trabajo comunitario y el cultivo de la tierra ha despertado en los niños. Acá estamos continuando con esa filosofía porque se les enseña todo el proceso, desde preparar el terreno hasta echar la semilla. Así hay una contribución a la comunidad”, comentó Amilcar Concha, docente y colaborador de Infant.
El trabajo de dar vida a las plantas no solo implica esfuerzo y dedicación, sino también que los niños aprendan la virtud de la paciencia. Estos conocimientos ya se han extendido hasta los hogares vecinos. Varias familias han acondicionado un espacio en sus casas para sembrar y cosechar verduras, que luego utilizan para preparar sus alimentos.

MEJORES PADRES. La idea de cambiar un espacio muerto en vida emergió del colectivo “Amigos por siempre”, una organización que ayuda a generar hábitos positivos en los vecinos.
Con una nueva rutina, alejados de la televisión o el estrés del trabajo, padres e hijos aprovechan sus tardes para mejorar el huerto y, de paso, liberarse de las preocupaciones. Los padres, por ejemplo, ya no castigan físicamente a sus hijos. “Antes no me aguantaba nada y les daba duro a mis nietos. Ahora he aprendido que eso está mal. Igual les he dicho a mis hijos que no generen violencia, hay otras formas de dar lecciones”, explicó Alicia Morales (60), vecina que participa en los talleres comunitarios.

NUEVA VIDA. Los niños aprovechan el tiempo para hablar sobre lo que aprenden. “He aprendido mucho a cuidar las plantas. Es bonito porque acá todos nos divertimos y trabajamos”, comentó Adriana, de 13 años.
“Aprendí cómo se siembra, cultiva y cosecha. También he conseguido nuevos amigos. Acá ayudo, riego y hago muchas cosas”, mencionó con una sonrisa el pequeño Ítalo, de 9 años.
Los protagonistas retornan a sus labores: toman una pala y un balde, y sin saberlo siguen cultivando un mejor futuro para ellos mismos y sus familias.