Encontramos a Ruth Juana Quispe Gutiérrez sentada, realizando trabajos de oficina. Ella, ingeniera y economista de profesión, tiene una historia de tristeza, pero sobre todo de lucha, que quiere compartir con nosotros.
El 11 de setiembre de 2008, Ruth regresaba a Puno luego de un breve viaje de trabajo a la ciudad de Tacna cuando sufrió uno de los más duros golpes de su vida.
El exceso de velocidad con que transitaba el vehículo de la empresa Julsa, conducido por Luis Enrique López Ruelas, hizo que la unidad móvil en que iba se despiste en el sector de Huacullani, dejando instantáneamente a seis personas muertas y varios heridos, entre ellos Ruth, quien quedó con las piernas destrozadas.
“No recuerdo el momento del accidente”, nos cuenta ella, quien debió ser evacuada de emergencia a un hospital, donde despertó. Los médicos le prestaron los primeros auxilios, pero todos los esfuerzos por salvar sus miembros inferiores fueron en vano: poco después ella perdió las dos piernas y los dedos de la mano izquierda.
RECUPERACIÓN. “Fue un daño tremendo, viajé a Lima para recibir tratamiento físico y psicológico para recuperarme, me costó mucho aceptar lo que me estaba pasando”, cuenta la economista, a quien le duele recordar su terrible historia.
Así fue por varios meses, el SOAT de la empresa entregó 18 mil nuevos soles a esta mujer para que sea atendida, dinero que solo duró diez días para su tratamiento. Además, debía someterse a más operaciones.
Sin embargo, el drama de esta mujer no acabó cuando aceptó que había perdido las dos piernas, pues luego de rehabilitarse emprendió una dura lucha contra la empresa de transportes Julsa Ángeles Tour (su nombre legal) al exigir una indemnización para vivir “dignamente” después de todo el dolor que le ocasionaron.
Sus sueños como profesional para sacar adelante a su hija, quien solo tenía 12 años cuando ocurrió el accidente, y el amor de su familia fueron la fuerza para continuar luchando contra la dejadez de las autoridades que demoran el proceso.
“Muchas veces tuve ganas de rendirme, no tenía dinero, no podía trabajar, debía mantener a mi hija porque yo soy madre soltera, fueron momentos difíciles para mí”, recuerda. Sin embargo, la anima saber que nunca se rindió a pesar de las dificultades. El apoyo de amigos y familiares fue decisivo.
INDEMNIZACIÓN. Pasaron varios años, el proceso judicial se alargó más de lo que esperaba y Ruth cada vez temía más no encontrar la justicia que tanto pedía.
En el transcurso de su lucha se conmovía al ver que más accidentes enlutaban a otras familias, la impunidad la atormentaba, todo parecía ser una pesadilla que no tenía cuándo terminar y así fue pasando el tiempo.
Con ella se cumple, como con tantos otros peruanos, la terrible reflexión de que “justicia que tarda, no es justicia”.
Este 11 de setiembre se cumplirán siete años del accidente y Ruth aún no recibe una indemnización de Julsa, pues la empresa apeló en tres oportunidades y el proceso aún no termina con un fallo de cumplimiento obligatorio que se ejecute.
Esta madre de familia, luego de tantas decepciones, aún tiene la esperanza de recibir un nuevo tratamiento con especialistas y así volver a caminar, pero ello, su justo derecho, no será posible si la empresa de transportes Julsa insiste en negarle la indemnización que merece.