¡Qué tal! Durante la cuarentena dictada por el Gobierno, que empieza este domingo, los peruanos “podrán salir a pie o en bicicleta por un máximo de una hora al día”.

La pregunta del millón es: ¿cómo harán las autoridades, en este caso los policías y militares, para que el paseo sea exactamente de 60 minutos y no de 120 o más?

Cuidado que eso no está estipulado. Lamentablemente, somos una sociedad presta a sacarle la vuelta a la norma y el lugar común “hecha la ley, hecha la trampa” tiene mucho asidero en calles y plazas.

En segundo término, eso de que “solo puede salir una persona por familia para realizar actividades importantes como comprar víveres o medicamentos” también tiene el vacío del control. Hay que decirlo otra vez: estamos acostumbrados a hacer lo que nos da la gana, y este modus vivendi no ha cambiado con la epidemia.

Todo lo contrario. Lo que se presume es que Francisco Sagasti está esperanzado en el milagro de la autorregulación, dicho de otro modo, que, finalmente, la gente entienda que nuestro panorama es una situación de vida o de muerte y que las restricciones y el confinamiento deben acatarse al pie de la letra. Vamos a ver, pero cuidado, señor Presidente.

Un hecho tangible de lo díscola que es nuestra población son los “privaditos”, los tonos de fin de Año, las fiestas Covid y las rumbas de toda laya en pleno toque de queda. Es más, tuvimos una tragedia en una fatídica discoteca de Los Olivos.

Este desacato, que incluye las aglomeraciones y el compulsivo afán de llenar las tiendas, mercados y centros comerciales, ha derivado precisamente en la segunda ola del virus, que ahora viene recargado con variantes más contagiosas. La cifra de fallecidos ya pasó los 40 mil.

Algo es cierto: depende de nosotros que estos 15 días sean utilitarios para detener la viada mortal del coronavirus. Es un sacrificio nacional que va más allá de necesidades inmediatas y de posturas políticas. ¡Que Dios nos ayude! Esto fue todo por hoy, cierro el ojo crítico, hasta el lunes, ya en tiempo de cuarentena.