Se fue 2019, un año para el olvido, y, ahora, habrá que enfocarnos en lo que se nos viene de cara a tener un país decente en nuestro Bicentenario.

Lo primero que aparece a la vista son las elecciones congresales extraordinarias del 26 de enero. Si tanto se gritó en las calles “¡Qué se vayan todos!”, esta es la gran oportunidad para sustentar el cierre del y empezar a renovar la clase política.

Y me detengo aquí para invitarlos a una catarsis, que, entre los antiguos griegos, era una purificación ritual de las personas o cosas afectadas de alguna impureza.

O sea, tenemos que purificar nuestra mente y nuestros dedos para elegir mejores representantes. Nunca más un Congreso con los especímenes del anterior, algunos impresentables, cuyos nombres ya no vale mencionar.

Que quede claro entonces: los señores y señoras que próximamente ocupen las curules en el Pleno serán una directa responsabilidad del pueblo. Ya no podemos equivocarnos, ya no tenemos crédito. El Perú merece mejor suerte.

Recuerden, además, que tropezar con la misma piedra es un pecado capital y que toda repetición es una ofensa. Esto porque hay algunos disueltos que buscan rearmarse y seguir prendidos de la mamadera.

Están advertidos.

Esto fue todo por hoy, gracias por su preferencia, cierro el Ojo Crítico, hasta el próximo año.