Lima tiene un decadente. Peligroso. Irrespetuoso. Contaminante. Estresante. Un monstruo de siete cabezas que asusta a los connacionales y causa terror entre los visitantes extranjeros.

Este lunes, por ejemplo, la capital fue un laberinto sin salida. ¿Por obra y gracia de quién? Del grueso de que decidieron tomar las calles de la periferia y del centro de la capital para exigirle al Gobierno su formalización.

Qué formalización. La ciudad ya no resiste ni un carrito de juguete en sus pistas. Y esto lo ha dejado bien clarito la presidenta de la Autoridad Única de Transporte, María Jara. “No podemos legitimar a los colectivos”, ha dicho la titular de la ATU.

Cuidado, entonces, que a las autoridades se les escape el tema de las manos y que estos señores al volante, los taxis colectivos y también el servicio de taxis en motos lineales, sigan creyendo que están en su chacra. El paro de hoy es una amenaza con todas sus letras y hay que ponerles freno ya mismo.

No vaya a ser que, copiando marchas y protestas violentas de otras realidades, los autos colectivos informales desoigan que están sobrando en el engranaje del parque automotor y sigan chillando.

Cierto es que nos gobierna la informalidad, pero ha llegado el momento de decirle ¡Basta ya!

Esto fue todo por hoy, cierro el ojo crítico, hasta mañana.