Estaba pensando en el trágico final que tuvo el jugador de Binacional de Juliaca, , y recordé una frase de Jorge Luis Borges que suena así: “La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene”.

Y, sobre la marcha, se me vino a la memoria un firmado de Mario Benedetti, que a la letra dice: “Después de todo, la muerte es solo un síntoma de que hubo vida”.

Este hilo conductivo de recuerdos sobre la vida y la muerte me condujo a la imagen de Juan Pablo Vergara mostrando una prenda de su hijo después de marcar un golazo de tiro libre a Alianza Universidad en el 7-0.

Conclusión: que alguien perezca implica que antes estuvo vivo y que ese alguien nació, evolucionó y optó por un camino en el que mejor se acomodaba.

En el caso de Juan Pablo Vergara fue el fútbol y su mejor cualidad los tiros libres. O sea, había en él una vida preocupada en dejar huella, en jugar a ganador para beneficio suyo y de su familia hasta que la muerte lo alcanzó en un fatal accidente cuando iba precisamente a eso: a entrenar para ser el mejor.

Que las alturas lo reciben como se merece, Juan Pablo Vergara.

Esto fue todo por hoy, cierro el Ojo Crítico, hasta mañana.