El presidente Martín Vizcarra subió ocho puntos y ahora tiene 63% de empatía, según una encuesta de Datum.
En estos tiempos de confrontaciones políticas y serios cuestionamientos a su gestión, el mandatario debe tomar esta subida como si hubiese recibido un Óscar. A actor de reparto o lo que sea.
Quizá por eso, entonado, este mediodía, ni corto ni perezoso, Vizcarra llegó hasta la zona donde explotó la fatídica bomba de gas.
El clamor de los damnificados era ese precisamente: que el propio jefe del Estado vaya, vea y atienda las necesidades de los afectados, que son muchas.
En el bolsillo ya tenía la renuncia de Juan Carlos Liu Yonsen, el ministro de Odebrecht, bueno, del ministro de Energía y Minas que asesoró a la empresa brasileña de las coimas. Esto no tiene otro rótulo que jugarle sucio al Perú.
Tarea aparte es la profilaxis que debe haber en Osinergmin, organismo suscrito a la PCM y que ha estado pasando piola en el escaso control y precaria supervisión de las empresas eléctricas y de combustible, pese a los sueldazos de los funcionarios.
No exageramos cuando decimos que el país es un despelote por donde se le mire. Todo el mundo hace lo que le da la gana y ya es hora de que Vizcarra empiece a despedirse con algo de gloria.
Esto fue todo por hoy, cierro el Ojo Crítico, hasta mañana.