Para sus adentros, la mayoría de estudiantes deben estar contentos de que todo el año haya clases virtuales, tanto en colegios nacionales como privados. Muchos de ellos, inclusive, tendrán su Tablet con internet para aprender en casa.

Y es que, como escribí en una columna, en días normales, sin , ser alumno no es fácil en el Perú. En primer lugar, se debe llevar en la mochila el titular a doble página de que tenemos una de las peores educaciones del mundo, pese a que en los últimos años -según PISA- hemos logrado mejores calificaciones en ciencias, matemáticas y comprensión lectora. Y eso baja la moral, como dirían los propios chicos.

Luego, el estudiante de a pie, ese que a diario debe tomar mototaxi, combi, bus o micro, y en algunos casos hasta caminar de un pueblo a otro, pasa peripecia y media. Es visto como un enemigo peligroso por los cobradores y conductores, y lo tratan con la punta de la zapatilla. En ocasiones ni lo recogen porque también lo creen un bulto que ocupa demasiado espacio y les malogra el negocio. La cultura combi, pues, en todo su esplendor.

Y si llegar al cole es una aventura al estilo Indiana Jones, estar allí no lo es menos. Pruebas al canto: muchas instituciones educativas están en riesgo de colapsar ante eventuales derrumbes, inundaciones, deslizamientos y huaicos. O sea, nuestros “chancones” corren menos peligro frente a su computadora u oyendo clases por radio en su vivienda.

Por lo demás, el hermoso poema “cual bandada de palomas que regresan al vergel…”, del portorriqueño Virgilio Dávila, ya no es tan cierto lamentablemente, ha perdido vigencia con nuestros estudiantes en cuarentena.

Esto fue todo por hoy, cierro el Ojo Crítico, hasta mañana.