El Perú no puede llegar al Bicentenario con este nivel de crispación política. No lo merece.

En ese sentido, sea en el 2020 -con el adelanto de elecciones- o en el mismo 2021, se impone una renovación drástica de esta lamentable clase política que hoy nos gobierna para darle paso, además, a un periodo de reconciliación nacional, en el que prime el interés por el bienestar general y se acaben los blindajes, abusos de poder y la maldita corrupción.

Estamos avanzando en varios estamentos, pero la política anda por las patas de los caballos y la población, esta vez, tiene que elegir mejor.