Qué tal.

La política nuestra de cada día ha perdido la vergüenza. Ya es un deporte nacional hablar con descaro y, como sociedad, vamos camino al peñasco.

Qué les parece, por ejemplo, que Velásquez Quesquén diga que la denuncia contra el exfiscal Pedro Chávarry por el deslacrado de una oficina del Ministerio Público “no tenía ninguna prueba” y era “una trampa”.

¿Qué cocha? Si todos hemos visto las fotos de Chávarry paseándose por el piso de marras. Una osadía de “Sipán”, ¿verdad? Y en la misma onda justificatoria contestan los keikistas Rosa Bartra y César Segura.

¿No es una sinvergüencería, además de nepotismo, que el presidente y el segundo vicepresidente del Congreso, Daniel Salaverry y Segundo Tapia, respectivamente, contraten a gente de su entorno y familiares en el Parlamento? Claro que sí.

Ni qué decir del impresentable Moisés Mamani y de Yonhy Lescano, el mano larga y el ciriador o acosador del Legislativo, respectivamente. Qué suspensión, se impone el desafuero y la investigación en los predios judiciales para que aprendan a respetar a las mujeres en general.

Esto fue todo por hoy, guardo el lápiz, hasta mañana.

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