Qué tal.

La religión es el opio del pueblo, escribió Carlos Marx. Filosofía comunista pura, como sabemos.

En este tiempo, y el escritor uruguayo Eduardo Galeano lo dice con todas sus letras: “el fútbol es el opio del pueblo. En estos días andamos todos drogados por el fútbol, qué cosa tan impresionante y fantástica”.

En ese trance estamos los peruanos luego de clasificar a un mundial -después de 36 años- y los triunfos que acaba de sumar la  sobre Croacia e Islandia, países que también irán a .

Y el que nos suministra el opio es Ricardo Gareca al haber logrado un equipo competitivo, protagonista, de toque fino y lejano de la apatía de años pasados.

Hoy tenemos un grupo de muchachos mimetizados con la victoria, ganadores, hábiles, que ponen la pierna sin miedo. Y eso ha calado en el gusto y el corazón de la afición.

Donde ha jugado la blanquirroja, ahí ha estado la barra peruana en un bullicioso romance que ojalá se prolongue e incluya una gran actuación de los “tigres” en las tierras de Putin.

Que nunca se acabe este opio, o sea este balompié de calidad, porque le hace bien al Perú, tan golpeado por los autogoles y fauls de la política. 

Que nunca se acabe este opio, o sea este balompié de calidad, porque le hace bien al Perú, tan golpeado por los autogoles y fauls de la política.