Qué tal.

Tras perder la elección en 2016 frente a Kuczynski,  quedó con la sangre en el ojo. Cinco años antes le había ocurrido lo mismo frente a Humala. Pero esta vez su consuelo fue los 73 congresistas naranjas con los que se adueñó del Parlamento. “El Congreso ya sabemos de quién es”, sacaba pecho por esos días Pedro Spadaro.

Resultó inolvidable, además, esa reunión cuando Keiko, china de risa, orgullosa y flanqueada por su batallón, hablaba de un resultado histórico y amenazaba con una vigilancia estricta al gobierno de quien la había derrotado, o sea PPK.

Bueno pues, ha pasado un poco más de dos años, la jefa de  colaboró en la caída de Kuczynski, pero en los últimos meses ha perdido peso político. Y en esto han contribuido dos cosas: su estancia en prisión por el caso Odebrecht, y la ojeriza de la población precisamente por su accionar de espaldas a las expectativas de la gente.

Pelearse con su hermano Kenji jaló el hilo para descubrir que la naranja no tenía la pepa que se suponía y hoy por hoy, a esta altura de la tarde, Keiko solo tiene 56 congresistas y la tendencia es que siga la fuga. Adiós mayoría y chau a la agenda abusiva. 

OJO CON ESTO:

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