Por: Sara Abu Sabbah

La dieta de la Nochebuena tiene que ver con desayunar infusiones y una fruta, almorzar solo ensalada y tal vez una pieza de pollo a la plancha, llenar el estómago a lo largo del día con agua o bebidas sin azúcar. Es decir, tratar de comer lo mínimo en el día por temor de engordar con la cena navideña.

Lo que no se toma en cuenta es que, al privarse de comer lo suficiente, aparece el hambre voraz de manera que cuando llega la cena, el impulso por comer es tan grande que termina sirviéndose doble, comiendo sin masticar y en cantidades que su digestión no logra procesar.

El resultado: una indigestión que no permite un buen descanso, un sentimiento de culpa, una posible ganancia de peso y, lo peor de todo, al comer con tanta ansia no permite disfrutar la celebración.

La clave en la dieta es no pasar hambre, alimentarse con normalidad a lo largo del día (obviamente con hábitos saludables) y cenar con mucha moderación. En pocas palabras, no llenarse. Además, luego de terminar la cena, debe pasar 3 horas antes de ir a acostarse para dar tiempo al proceso de digestión.