El Indecopi le quemó la película a los cines Cineplanet y Cinemark, los cuales -durante buen tiempo- hacían un negocio redondo prohibiendo a los consumidores ingresar a las salas alimentos y bebidas adquiridas afuera, con lo que los obligaba a comprar sus productos de precios caros.

Estos abusos se acabaron y ambas cadenas tienen que retirar los avisos amenazantes antes del 2 de marzo. Según cálculos preliminares, la dulcería representa el 40% del total de ingresos de estas empresas. Y esto no es poca cosa.

Ya lo dijo Alfred Hitchcock, el famoso director británico, “el cine no es trozo de vida, sino un pedazo de pastel”.

Claro está que el cinéfilo no se puede llevar a su butaca un pollo a la brasa o una pachamanca. Tienen luz verde la infaltable canchita, la gaseosa y otros alimentos similares a los que se venden en los cinemas, como panes con hot dog, papas fritas y nachos con queso.

Cuenta la historia que el ritual de comer palomitas nace en 1927 en Estados Unidos, y que la venta de cucuruchos repletos no era dentro de los teatros, sino en los puestos callejeros. Así que estamos volviendo al génesis.

Ahora la preocupación de cierto sector del público es que, a manera de represalia, los cines involucrados incrementen el precio de las entradas, y ahí sí que la canción.

Esto fue todo por hoy, guardo el Lápiz, hasta mañana.     

Esto fue todo por hoy, guardo el Lápiz, hasta mañana.