La población ve con buenos ojos que un grupo de empresarios, exrepresentantes de las compañías que fueron socias de la constructora Odebrecht en la Interoceánica Sur, vayan derechito a la cárcel -de manera preventiva- por 18 meses bajo las acusaciones de colusión y lavado de activos.

¿Cuál es su real pecado? Supuestamente haberse conchabado para la preparación de una millonaria chanchita a fin de satisfacer la angurria del expresidente Alejandro Toledo. Si Camet y demás son inocentes, que lo demuestren y salgan libres. Si no, que paguen.

Hay voces que adelantan que el hecho de que estos señorones vayan presos, aunque sea unos días, puede propiciar un cambio en la administración de justicia. Enhorabuena si es así. Y cómo no, si el Poder Judicial siempre ha sido visto como el epicentro del descontento y la animadversión.

En todo caso, hay que aplaudir el papel del juez Richard Concepción Carhuancho por actuar conforme a ley y refrendar el trabajo de los fiscales. Solo sentando lecciones de esta naturaleza, el pueblo dejará de repetir ese cliché de que “solo los pobres terminan en la cárcel”.

Los ricos también lloran, tituló acertadamente hoy un matutino. Imaginamos que muchos otros empresarios están escondidos debajo de la mesa.

Esto fue todo por hoy, guardo el lápiz, hasta mañana.

Esto fue todo por hoy, guardo el lápiz, hasta mañana.