Abuelas israelíes son guardianas de derechos humanos en puestos de control
Abuelas israelíes son guardianas de derechos humanos en puestos de control

El pelo cano y los achaques de la edad no son impedimento para que decenas de abuelas israelíes se levanten cada mañana y, con papel y bolígrafo bajo el brazo, acudan a decenas de puestos de control militares en territorio Palestino dispuestas a denunciar las irregularidades que cometan los soldados.

Son casi las dos de la tarde y la conocida como "Puerta de la Agricultura" de Hableh, al nordeste del territorio ocupado de Cisjordania, que separa a esa población de sus tierras agrícolas, retiene a decenas de palestinos que esperan a que soldados israelíes abran el paso para poder ir a trabajar o volver a casa a almorzar.

Daniela Gordon, psicóloga israelí septuagenaria, observa atenta cómo los militares -que abren este control tres horas al día- piden los permisos de entrada a los palestinos que, principalmente agricultores, bajan de sus mulos y tractores para ser registrados mientras que ella toma nota de todo el proceso.

No es un trabajo, ni gana dinero por lo que hace. Como ella, casi 250 abuelas israelíes "luchan contra la ocupación y por la defensa de los derechos humanos" a través de la asociación "Majsom Watch", ('majsom' significa en hebreo obstáculo y se utiliza para denominar los puestos de control), que lleva quince años monitorizando los abusos de fuerzas israelíes en estos controles.

"¿Puedes abrir esa puerta para que no se congestione la gente en el control de acceso?. ¿Y por qué no dejas pasar a este anciano?", media Gordon ante los soldados israelíes de este cruce, con los que, como el resto de jubiladas, tiene una buena relación.

Presión, supervisión y monitorización. Tras más de una década como guardiana de los derechos humanos en cualquiera de las barreras militares diseminadas por las zonas palestinas ocupadas, a Gordon se le acumulan las historias y sentimientos a la hora de hablar de lo que ha vivido.

"Los soldados prohibían a una chica palestina, extremadamente delgada y consumida por un cáncer, ir a un hospital israelí, pero después de hablar con ellos y hacer muchas gestiones, lo conseguimos", explica a Efe esta israelí de apariencia frágil que, emocionada, recuerda cómo aquella joven se lo agradeció: "Tú, mujer, tienes alas", le dijo.

Gordon consiguió también que un padre palestino pudiera pasar a Israel, donde su hijo había muerto en un hospital. "Pero si ya está la madre con el niño", le decían los soldados, a lo que esta anciana recriminó: "Debe usted entender que el padre también quiera despedir a su hijo".

Estas abuelas, con más tiempo y menos responsabilidades, han encontrado en "Majsom Watch" su principal deber.

"Hago lo que hago por mis hijos y nietos, para que puedan vivir en un lugar en paz al que aún amo", refiere a Efe esta mujer que, tras una pausa, confiesa: "Por supuesto que este conflicto hace que me sienta menos orgullosa de ser israelí".

Las ancianas no están libres de crítica, gran parte de la sociedad del país las considera unas traidoras: "Nos llaman desertoras, las chicas de Arafat", cuenta resignada Gordon, apoyada por su compañera Edith Maor, que dice estar "preocupada" porque "más de la mitad de la sociedad israelí apoya fuertemente una política de derechas".

Maor, nacida en Estados Unidos, emigró a Israel con 21 años y reivindica que, "el hecho de que tengamos derecho a tener un país (Israel), no significa echar a los demás (palestinos)".

A Gordon le suelen preguntar si no tiene miedo, a lo que ella contesta tajante: "Tengo más miedo de que un ultraortodoxo de Jerusalén me tire piedras en 'shabat' (jornada sabática del judaísmo) a que un palestino me tire piedras en Ramala".

Las integrantes de Majsom Watch organizan también tours para israelíes y extranjeros en los que muestran las singularidades del conflicto y explican, in situ, las causas y consecuencias de la ocupación.

"Tengan ustedes un buen día, soldados", se despiden Gordon y Maor amablemente al terminar la jornada. 

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