Toros: peruano Andrés Roca Rey y Enrique Ponce salen por la puerta grande
Toros: peruano Andrés Roca Rey y Enrique Ponce salen por la puerta grande

El diestro español Enrique Ponce y su colega peruano Andrés Roca Rey salieron por la puerta grande, en la segunda corrida de toros de la Feria de la Macarena.
Para Juan de Castilla, torero colombiano que tomó la alternativa, la tarde también resultó provechosa tras doctorarse y cortar una oreja.
Los toros de la ganadería de Ernesto Gutiérrez Arango dieron buen juego y fueron nobles.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de la ganadería de Ernesto Gutiérrez Arango. Nobles, en general. Algunos, justos de presentación.
Enrique Ponce (Grana y oro): Espadazo, dos orejas. Pinchazo arriba, espada baja y dos intentos de descabello, ovación.
Andrés Roca Rey (malva y oro): Entera, dos orejas. Delantera, oreja.
Juan de Castilla (blanco y oro): Entera recibiendo y dos descabellos. Vuelta tras aviso. Entera desprendida, oreja.

CÁTEDRA DE PONCE EN MEDELLÍN
Dos faenas diferentes, pero ligadas por su misma esencia: la de la maestría de un torero cada vez mejor, Enrique Ponce.
Esas palabras marcan el paso de un hombre que volvió a Medellín para dejar esencia de arte, más allá de los dos trofeos en su primer turno y los que también pudieron ser en el otro, frustrados por una espada que cayó baja.
La actuación del valenciano fue la nota más especial de la segunda de abono con plaza casi llena, una tarde que también rayó alto, por diferentes circunstancias.
Desde la aparición firme del nuevo matador de toros colombiano, Juan de Castilla; hasta otra tarde triunfal del peruano Andrés Roca Rey, quien cosechó tres trofeos; pasando por la generosidad de los nobles toros de Ernesto Gutiérrez Arango y sin dejar de lado la presencia en los tendidos de un taurino ilustre, el pintor Fernando Botero.
A medida que la corrida se fue desgranando, cada uno de los protagonistas se encargó de aportar su cuota. La mayor, sin duda, a cargo de Ponce, quien hizo de los dos ejemplares que le correspondieron, materia prima de la belleza que sirve de alma a su tauromaquia.
Hubo en la lidia del segundo de la tarde cabeza privilegiada para darle los terrenos en los que el toro se sintió cómodo hasta entregarse en los vuelos de una muleta siempre templada y artista. La sinfonía tuvo permanente eco en los tendidos.

Dos orejas a ley.
Por el mismo camino fue la tarea en el cuarto, al que le limó cuantos defectos tenía. Pero el estoque primero pegó arriba y luego cayó en lo más bajo para frustrar lo que era una nueva apoteosis, que igual se dio en los tendidos como agradecimiento.
Por su parte, Andrés Roca Rey puso otra piedra en las plazas colombianas, que ya lo tienen como hijo dilecto.
El peruano supo aprovechar la buena condición por abajo de su primer toro, antes de entrar a pisar los terrenos que traducen valor. Al final cobró con dos trofeos entrega y pundonor.
El quinto de la tarde lo arrolló cuando perdió pie en la cara del animal. A partir de ahí, antes que ser un duelo cerrado, lo que se vio fue la intención del joven matador por aprovechar el fondo de bravura del toro hasta hacer trascender su labor. Premio, un apéndice.
Y frente al doble compromiso de tomar la alternativa y compartir cartel con dos figuras, Juan de Castilla fue gallo de pelea. En el le sirvió para doctorarse, estuvo templado y largo, tanto con el capote como con la muleta. Era oreja segura, pero la espada tardó en cumplir con el cometido.
Con el enrazado sexto, el nacido en Medellín no se amilanó tras resultar cogido sin consecuencias, para cobrar así su dividendo, una oreja, en el inolvidable día en que saltó de la novillería al escalafón mayor.

Autor: Víctor Diusabá
Medellín. Agencia EFE

Autor: Víctor Diusabá
Medellín. Agencia EFE