Magaly Moro

Franco (28 años, San Miguel). Querida doctora, quisiera que por favor me ayude, me encuentro entre la espada y la pared.

Mi drama amoroso inició hace tres meses en mi trabajo, cuando decidí hablarle a Danna, una compañera. En ese corto intercambio de palabras hubo una gran conexión. Me parecía tímida, pero muy tierna. Su risa, a pesar de tener puesta la mascarilla, sonaba muy angelical. Luego de eso salimos por dos meses y siempre la esperaba en la puerta de nuestro centro laboral para tomar el corredor juntos.

Un día me quise acercar a su área, para llevarle unas galletas de soya que me había comentado que le gustaban. Le toqué el hombro y ella volteó. Fue grande mi sorpresa cuando vi que sus ojos estaban muy rojos y se le notaba desorientada. Le iba a preguntar si estaba bien, pero antes de que termine la frase, Danna se desmayó y cayó de su silla.

Sus amigas del área se levantaron para auxiliarla. Lo único que hice fue sentarla. Pasaron cinco minutos y reaccionó con la ayuda de su jefa que vino con alcohol. Recuerdo que ese día una de sus compañeras se me acercó y me preguntó si yo era su pareja, de inmediato respondí que no. Entonces, la respuesta de esta mujer me dejó atónito.

“No te recomiendo salir con ella, es adicta a las drogas y estos desmayos los tiene casi siempre. No sé cómo no la han botado”, exclamó. Me asusté mucho y desde entonces no he contestado sus mensajes. Me gusta mucho, pero no sé si pueda salvarla y sacarla de la drogadicción. Señora Moro, no sé qué hacer. Ayúdeme.

Ojo al consejo

Estimado Franco, siento que lo primero que debes hacer es preguntarle a Danna si es cierto lo que te comentaron, quizás solo se trate de un rumor que fue difundido con maldad. En caso ya esté confirmado, dependerá de ti si quieres seguir con esas salidas.

Evalúa la situación, ¿tienes la fortaleza para lidiar con ese problema? No vayas a perjudicarte en el proceso de salvar a otros. Suerte.