Magaly Moro

Armando (35 años, La Victoria). Señora Moro, seré claro y directo con usted: estoy cansado de escuchar a Luisa, mi pareja, hablar sobre Gianluca Lapadula, el jugador italiano que ha sido convocado recientemente para jugar con la selección peruana.

Mire, mi esposa es fanática del fútbol al igual que yo, es algo que me enamoró profundamente de ella cuando la conocí. Es más, nos gusta debatir en la mesa sobre nuestros equipos favoritos y, obviamente, sobre la blanquirroja. Aunque no estamos siempre de acuerdo, estoy seguro que Luisa es la mujer ideal que siempre soñé como esposa.

Ahora que Perú está en plenas Eliminatorias, mi chica le ha puesto el ojo al futbolista italiano y asegura que es el mejor “jale” que el país ha tenido en muchos años. Por supuesto, yo no pienso lo mismo. “¿Estás segura que aportará en algo? Yo creo que simplemente quiere jugar con nosotros porque ya no es tan importante en Italia como lo era antes”, le dije en una de nuestras conversaciones. En respuesta, Luisa se ofendió como si hubiera dicho algo malo y empezó a comentar datos de su carrera que, desde mi punto de vista, son irrelevantes. El problema es que ahora solo habla de él para molestarme y hasta dice que le parece simpático. “¿Le gustará el cebiche?, ¿crees que ya probó el pisco?, ¿se habrá aprendido el himno nacional completo?”, me pregunta en tono burlón.

Doctora, ¿cree que esté haciendo todo esto para ponerme celoso o simplemente porque es demasiado competitiva?

Ojo al consejo

Querido Armando, entiendo tu malestar; sin embargo, es evidente que tu esposa te está diciendo todas esas cosas por fastidiar, por lo que no deberías sentirte atacado, ni celoso.

Te recomiendo que tomes esos comentarios con humor.

Como bien me dices, los dos no siempre tendrán la misma opinión, pero es importante que aprendan a reírse juntos. Suerte.