FIDEL (37, Los Olivos). Ni en la peor de mis pesadillas podía haber imaginado que mi vida de casado sería una verdadera tortura y que tarde descubriría que mi esposa es una mujer alterada, desamorada, vanidosa y manipuladora.
No sé cómo durante el noviazgo no me di cuenta de la verdadera personalidad de Adriana. En la etapa de enamorados ella era toda ternura, comprensiva y alegre. Sufría de dolores de cabeza y a veces estaba malgeniada, pero entendía que era por su malestar.
Sin embargo, doctora, después de casado empezó a cambiar. Fue como si a mi casa hubiera llegado otra mujer con el rostro de Adriana.
De pronto le molestan las cosas que hago, todo el tiempo me critica y cada vez quiere más dinero, aun cuando ella trabaja. Tampoco le gusta que mi madre ni mi padre me visiten, pues según ella llegan a importunar y se olvidan de que ya soy un hombre casado.
Sin embargo, su madre y hermanas paran metidas todo el tiempo en mi casa y hasta pretenden mandar pidiendo que cocinen lo que a ellas les gusta y no lo que yo quiero o se me antoja.
Pero eso no es todo. Hace unos meses nació nuestra hija y prácticamente es la empleada y mi suegra quienes la crían, pues Adriana se va a trabajar y no regresa hasta la noche, directamente a la cama. No es capaz de llegar a ver a la bebé, darle un beso o cargarla si es que llora.
También me bota de la casa, me pide el divorcio, me manda a dormir al mueble y cuando le acepto separarnos me dice que si me voy se mata.
Reconozco que la actitud de mi mujer no es normal, que le está haciendo mucho daño a la relación, pero no soy capaz de contradecirla y a pesar de todo la sigo amando.