Magaly Moro

Armando (36 años, Chorrillos). Doctora Moro, me siento muy mal por las decisiones que últimamente he tomado en mi vida.

Tengo una relación de cinco años con María Emilia, una mujer admirable, con una madurez e inteligencia increíble. Desde el día uno de nuestro romance el amor se desbordaba. Tanto así que ante los ojos de nuestro entorno somos la pareja ideal. Ella siempre me ha dicho que nuestra relación era inquebrantable y yo lo creía así, hasta que apareció Sara.

Sara era una chica espectacular en lo físico, morena, con unos hermosos rizos y exuberantes pechos. Su cintura es estrecha y sus piernas interminables. Cuando la conocí en mi trabajo, hace tres meses, me encapriché con ella. Me atrajo mucho y cada vez que la veía deseaba tenerla en mi cama. De hecho, realmente no quería nada más con ella, solo deseaba una aventura sexual. Tenía muy claro los sentimientos hacia mi novia.

Al final, lo conseguí. Yo me había dado cuenta que también le gustaba, así que un día a la salida del trabajo, le besé el cuello. Ella sonrió y me abrazó. Inmediatamente le hice la propuesta para intimar y aceptó. Cuando salí del hotel, tenía clarísimo que amaba con locura a mi prometida y que este episodio iba a quedar en el olvido, pero no ha sido así. Mi conciencia no me deja tranquilo. Tengo tanta rabia por lo tonto que fui al engañarla y quisiera contarle, pero la perdería. Doctora, yo no sé vivir sin María Emilia. ¡Por Dios! ¿Qué hago? Ayúdeme.

OJO al Consejo

Querido Armando, si realmente la amabas, no la hubieras engañado. No te confundas. Tú tomaste una decisión, ser infiel, y ahora tienes que hacerte cargo de las consecuencias.

Si le tienes aunque sea un poco de cariño a María Emilia, cuéntale la verdad y deja que ella decida si quiere quedarse a tu lado o no. No seas egoísta. Suerte.