Magaly Moro |

Carmen (33 años, Chorillos). Doctora Magaly, yo sé que todas las familias tienen sus virtudes y defectos, como la mía por ejemplo; sin embargo, la familia de mi esposo es ridícula al punto de lo inverosímil. No creo poder aguantar sus tonterías por más tiempo. Por ello, recurro a sus consejos antes de tomar la decisión de separarme de mi pareja.

Juan Pablo y yo llevamos seis años de relación y dos de casados. Durante todo este tiempo él me ha demostrado que es un hombre trabajador, responsable y comprometido con nuestro matrimonio. No obstante, no es mi marido lo que me fastidia, sino sus parientes.

Tanto su madre, padre y hermanos se comportan de una manera muy inmadura para su edad, incluso cuando ya todos tienen más de cuarenta años. Por ejemplo, no hay día en el que mi suegra no llame a mi casa para saber qué he cocinado.

“¿Vas a pedir comida por delivery? Se nota que eres floja, hijita”, me dice en un tono burlón. Pero no solo eso, mis cuñados nos piden constantemente dinero prestado y nunca devuelven. ¡Y mi suegro es peor, doctora! En cada visita se dedica a criticar mi aspecto físico como si él fuera perfecto.

Todo este tiempo los he soportado con el único fin de no causar problemas, pero ha llegado el punto en el que no puedo fingir más que me agradan.

El problema es que mi marido los defiende a muerte. Para él, yo soy la que está exagerando. ¿Qué hago entonces, doctora? Amo a Juan Pablo, pero estar rodeada de ese tipo de gente es un calvario.

Ojo al consejo

Carmen, te aconsejo que seas honesta con la familia de tu esposo. La próxima vez que hagan algo que te moleste, demuestra claramente tu fastidio. Así ellos sabrán los límites de tu paciencia. Tampoco te sientas mal por cortar la comunicación con ellos, es lo mejor que puedes hacer por tu salud mental. Juan Pablo tendrá que aceptar eso. Si no lo hace, aléjate. Piénsalo.

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