Magaly Moro

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Rogelio (40 años, Pueblo Libre). Querida doctorcita Moro, me apena tener que contar mi historia, pero siento que usted es la única que puede aconsejarme sin juzgarme.

Hace cuatro meses me comprometí con Jenny, una trujillana de 33 años que conocí en el mercado donde laboro. Es una chica linda, siempre se ha portado de maravilla conmigo, por eso hemos durado más de dos años y me atreví a pedirle la mano. No obstante, hay algo en ella que hace que no me sienta cómodo.

Lo que sucede es que por el trabajo y la pandemia, Jenn no había podido conocer a toda mi familia, solo había conversado con mis padres por teléfono, pero eso fue todo. A raíz de la celebración por nuestro compromiso, yo invité a mis hermanos, primos y tíos a un salón al aire libre por mi antiguo barrio. Quería que la conozcan y compartir mi felicidad. Mis parientes son muy bulleros y gritones, les encanta el trago y la música a todo volumen. Son súper chabacanos, pero es mi familia y yo la amo, aunque mi personalidad sea súper distinta.

Sin embargo, esta actitud no le gustó a mi pareja  y desde que llegaron los miró como bichos raros. Durante la celebración no dejó que nadie la tocara y siempre tuvo una sonrisa fingida. La conozco perfectamente y sé que todo esto la avergonzaba. Al final de la reunión pude comprobarlo porque me lo expresó sin filtro. “Tu familia me da mucho roche. Ojalá no asistan todos a la boda”, sentenció. Doctora sus palabras me dolieron, pero no sé si decírselo, no quiero pelear. ¿Qué hago?

Ojo al consejo

Querido Rogelio, la comunicación es clave, sobre todo cuando hay asuntos que disgustan al otro. Es necesario que expreses que te hizo sentir mal lo que dijo de tus seres queridos para que ella pueda pensar mejor antes de hablar.

La familia es lo primordial y Jenny debe entender que ellos son parte de ti y si te quiere debe aceptarlos también. Quizás no ser amiga de ellos, pero sí respetarlos. Suerte.