Finalizar una relación de nunca es fácil, más aún cuando existen hijos de por medio, pues el proceso de separación puede provocar un profundo sufrimiento en ellos si no se maneja de la manera adecuada.

Aunque cada persona es diferente, las características propias de la edad juegan un papel muy importante al momento de asimilar un acontecimiento como este. Así pues, los padres comunican de manera distinta la separación dependiendo de la susceptibilidad y grado de madurez de los hijos.

¿Quién sufre más?

De acuerdo con un estudio publicado por el Instituto de Educación de la Universidad de Londres, los hijos de entre 7 y 14 años son los que peor reaccionan y los que más posibilidades tienen de desarrollar algún trastorno emocional como depresión y ansiedad.

Emla Fitzsimons, coautora de la investigación, sostiene que esto es así pues los menores aún se encuentran en el proceso de reconocer su propia individualidad y recién están formando su personalidad. En consecuencia, ver a sus padres separados constituye un hecho nuevo y atemorizante para ellos.

Niños de dos a cinco años

A esta edad los suelen hacer una gran cantidad de preguntas y apegarse emocionalmente a los padres. En consecuencia, verlos separados será sumamente impactante para ellos, ya que sentirán que sus padres han dejado de quererlo o, aún peor, que ha sido por su culpa.

A pesar de ello, también es la mejor edad para que asimilen la situación y sigan teniendo la misma relación de confianza con los padres, debido a que no entienden por completo el concepto de “divorcio”, ni lo que todo eso implica. Por ese motivo, los padres deben evitar discutir delante del pequeño y asegurarle que papá y mamá estarán siempre para él.

Niños de seis a doce años

En esta etapa los hijos tienen mayor capacidad para entender lo que significa un, aunque no suelen expresarlo por miedo de preocupar a sus padres. Sin embargo, es vital que se les preste atención para que no se estresen o sientan afligidos por la toda la situación que se vive en casa, lo cual se puede reflejar en su nivel de socialización o rendimiento académico.

Jóvenes adultos

En este caso, los hijos jóvenes son mucho más dóciles en aceptar la decisión de los padres, pues entienden las dificultades por las que atraviesa una relación. No obstante, ver terminar un matrimonio de más de una o dos décadas es una herida que les toma tiempo sanar.

Asimismo, resulta bastante estresante para este grupo tener que decidir a quién apoyar o a quién visitar en Navidad, cumpleaños, vacaciones y otras fechas especiales. Por tal, es necesario que los tres lleguen a un acuerdo para que ninguna de las dos partes se sienta traicionada.

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