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Varsovia, Polonia (AFP).- Se supone que habían desaparecido hace un siglo, después de la Revolución de octubre, fundidos como el resto del servicio de mesa en plata fabricado por Fabergé. Pero dos cuchillos creados por el célebre joyero ruso de la corte imperial han reaparecido en Polonia.

Después de 1917, la joven Rusia bolchevique necesitaba dinero para financiar la guerra y consolidar su poder. "Nacionalizó" los bienes de los zares, de las familias aristocráticas y burguesas y de las iglesias.

Platos, vasos, cubiertos... Piezas magníficas de orfebrería fueron fundidas para obtener metales preciosos. Este era el destino reservado a un servicio de mesa en plata de más de 100 piezas de los Kelch, una familia que se lo había encargado a Fabergé.

"Los historiadores del arte creían que este servicio había desaparecido para siempre, en su totalidad. Pero dos piezas han reaparecido en el mercado: dos cuchillos de pescado (uno de servicio de 35 cm y otro individual de 21 cm) se salvaron milagrosamente", cuenta a la AFP Adam Szymanski, historiador del arte y experto polaco en Fabergé, autor del hallazgo.

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El mérito es de un soldado del Ejército Rojo que, en 1918, se apropió de los dos cuchillos, añade Szymanski. Proceden de un servicio neogótico único; Fabergé realizó muy pocos objetos en este estilo todavía a la moda a finales del siglo XIX.

- Precios astronómicos -

Su historia se remonta a 1900. Barbara Kelch-Bazanova, heredera de una de las mayores fortunas de la época, encarga un servicio de mesa por 125.000 rublos a Fabergé, un joyero ruso de origen germano-danés conocido por sus creaciones fabulosas: huevos de oro y piedras semipreciosas que contienen miniaturas (bailarina, carroza, castillo, barco, caballo, loro...). Actualmente alcanzan precios astronómicos en las subastas.

El zar Alejandro III encargó a Pierre-Karl Fabergé un primer huevo para su esposa Maria Fiódorovna, que quedó tan maravillada que el joyero se convirtió en el orfebre de la corona imperial.

Fabricó un total de 52 huevos imperiales para los Romanov y siete para los Kelch, todos en distintos estilos "neo", en particular "rococó", "Imperio" y "Luis XVI".

- Neogótico -

Barbara Kelch, una burguesa casada con un barón ruso, se esforzaba por ser aceptada por la aristocracia. Su servicio para 32 personas, con centros de mesa incluidos, deslumbró a los invitados en el salón neogótico del palacio Kelch de San Petersburgo.

El servicio se fabricó en el taller Fabergé de Moscú en 1900, según los proyectos del arquitecto y diseñador ruso Fedor Schechtel.

"No cabe ninguna duda, la letra K que figura en los cuchillos es idéntica a la de los adornos del salón", afirma Szymanski. "Los cuchillos tienen punzones de Fabergé y la firma K. Lleva Fabergé en cirílico, muy legible", añade.

La única prueba son las escasas fotografías del servicio tomadas en 1902 durante una exposición de las obras de Fabergé organizada por la zarina Alejandra Fiódorovna, esposa de Nicolás II.

Barbara se divorció en 1905 y se fue a vivir a Moscú, llevándose probablemente el tesoro, afirma Szymanski, y en esa ciudad es donde se supone que fue confiscado y destruido.

El soldado recibe los dos cuchillos como pago por su trabajo (habría contribuido a la fundición del servicio), explica el experto. Los vendió en 1921 junto con otros objetos a un médico polaco, Jozef Wolski. Los cuchillos permanecieron en esta familia hasta su venta en 2016.

El nuevo propietario, un coleccionista polaco, pidió un análisis y tras confirmar que se trataba de piezas firmadas por Fabergé los metió en una caja fuerte, en un banco.

Según Szymanski, un coleccionista estadounidense ofrece un millón de euros por ellos y un cliente de Rusia también parece interesado.

A los expertos de Fabergé consultados por la AFP este precio les parece desorbitado.

"Un servicio de mesa se fabrica en serie y su valor nunca es tan extraordinario", estima Alexander von Solodkoff, experto alemán y miembro del consejo consultivo del Museo Fabergé en San Petersburgo. "Los más valiosos son los centros de mesa", explica.

Los bolcheviques nacionalizaron la compañía Fabergé en 1918. Él murió en el exilio en Lausana, Suiza, en 1920, a los 74 años.

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