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Destruye todo a su paso y causa varias tragedias. Quienes padecen de ira sufren el llamado “Trastorno Explosivo Intermitente”, el cual ocurre en un episodio de frustración. Por ejemplo aparece cuando alguien se siente agredido o traicionado. Tal como sucede en el caso de parejas en la cual un hombre maltrata a su mujer porque supone que ella le ha faltado, o le pega a su hijo por fallas que no ameritan tal reacción.


Hay que tener presente que la rabia es una emoción natural que ayuda a la supervivencia de la especie, al igual que el miedo, la alegría o el amor. Pero, cuando no se controla el enojo, aparece la ira y los correspondientes excesos como el rencor y violencia verbal o física. La ira trastorna psicológicamente a la persona y produce alteraciones fisiológicas que perjudica el sistema circulatorio, acelera la respiración. En suma, menoscaba la salud por el estrés extremo que impulsa.

 

El ataque de ira, o ataque explosivo intermitente, se caracteriza por episodios coléricos y violentos, en los que la persona no puede controlar estos impulsos de ferocidad y de pérdida del control mental y emocional, comprometiendo la seguridad de otros, insultándolos o lesionando, o dañando todo a su alrededor sin medir las consecuencias.

 

La terapia se centra en reorganizar la forma de pensar, aprendiendo a hacerlo de forma positiva y abandonando los pensamientos negativos. Se le enseña al paciente a mantener el control emocional de manera permanente y a suprimir, con técnicas de pensamiento y respiración, el momento explosivo.  

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