Existen episodios que marcan una importante influencia en nuestra personalidad y la forma en cómo vemos el mundo. Estos pueden ser negativos o positivos, y ser provocados por amigos o familiares. Sin embargo, con el paso de los años, de una manera u otra, puede terminar interfiriendo en la manera en que uno se relaciona con el resto.
Por este motivo, es importante saber identificarlas y prevenirlas con el fin de que esta cadena de emociones no afecten a nuestros seres queridos. Lisa Bourbeau, una especialista en el tema, aconseja identifica tres tipos de heridas infantiles que pueden afectar a una persona y explica cómo superarlas.
Miedo al abandono
A los niños les encanta compartir y jugar con el resto. Por eso es importante cuando un niño no crece de manera adecuado y no socializa con su entorno más cercano en el vecindario o el colegio.
El abandono en la niñez hace que el menor se sienta desprotegido y no cuente con un referente a quien acudir cuando se siente triste, molesto o feliz. Por eso opta por esconder sus emociones y se desliga de una actitud amigable que puede afectar sus relaciones de pareja a futuro. Un claro ejemplo para graficar este aspecto, es la frase “te dejo antes de que tú me dejes a mí”.
Humillación
Esta experiencia surge cuando un adulto reprende de manera reiterada y frente otras personas, al menor. Con el tiempo, esto causaría un trauma emocional, donde la persona al crecer desarrolla una personalidad dependiente, debido a que busca la aprobación de sus amigos, familia y pareja. Asimismo, es posible que manifieste y replique su problema durante la infancia con sus futuros hijos al ser muy estricto en el comportamiento de los niños.
Miedo a confiar
La desconfianza puede transformarse en egoísmo o envidio, porque al crecer estas personas sienten que no van a recibir u obtener lo que en algún momento le dijeron. Eso conlleva a que muestren una actitud reservado y no comuniquen sus ideas o pensamientos como el resto.
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