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Una de las principales razones por las que celebramos el día de la madre es porque, en efecto, son únicas e irremplazables. Son la parte fundamental de la familia pero también tienen un papel importantísimo en nuestras habilidades sociales, son las que nos enseñan a querer.

 

Nos referimos, por ejemplo, al deseo de formar relaciones emocionales, que está íntimamente relacionado con partes específicas del cerebro que se desarrollan durante la infancia. Capacidades tan elementales como la empatía, el deseo de compartir y la capacidad de ser amado. Todas ellas se asocian a con la madre en los primeros años de vida.

 

Esta relación produce: seguridad, sosiego, agrado y placer. Mientras más saludable sea la relación con la madre, más saludable serán nuestra relaciones con los otros. Este vínculo inicia cuando la madre responde a las conductas innatas del bebé hacia ella. Se consolida con el contacto corporal, las expresiones de afecto, la lactancia y el estado de vigilancia a lo largo de la infancia.