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Los ojos infantiles no están preparados para la vida moderna, ya que como las exigencias de esfuerzo visual son mayores, los defectos se manifiestan antes. Sin embargo, hay defectos que aún pasan desapercibidos como el ojo vago o ambliopía, que afecta a cuatro de cada cien niños menores de ocho años.

La gran mayoría de los  nacen hipermétropes (dificultades para la visión de cerca), y es que, como afirma el Dr. Walter Benites, director médico de la Clínica Oftalmológica Oculaser, "los niños están programados para ver lejos. Antes aprendían jugando al aire libre, haciendo deporte o corriendo, pero desde hace poco tienen que obligar a sus ojos a ver de cerca para escribir o usar dispositivos como tablets, laptops o smartphones".

La miopía aumentará con la edad, mientras que el astigmatismo se mantendrá estable; ni la una ni el otro se curan definitivamente, siempre harán falta gafas o lentes. En cambio, el ojovago o ambliopía, que aparece cuando sólo uno de los ojos no ve bien, es el trastorno más importante precisamente porque la curación es posible si se detecta en los primeros años de vida, de lo contrario la visión del ojo afectado ya no podrá recuperarse.

¿Cómo y cuándo advertir el problema?

"Si los dos ojos son miopes enseguida hay síntomas: el niño se acerca al papel, guiña con mucha frecuencia, le duele la cabeza, explica el Dr. Benites: "Lo difícil es notar cuando un ojove mal, porque el bueno tiende a compensarlo".

No es fácil percibir en esos momentos que uno de los dos ojos se está atrofiando, lo que dará problemas cuando, a la  clave de seis años aproximadamente, la vista acabe su desarrollo.

La recomendación principal es una revisión anual hasta los quince años, con especial cuidado hacia los seis, y si hay antecedentes familiares con mayor razón. Esta revisión debe hacerse dilatando la pupila y no fiándose de la clásica identificación de letras.

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