¿Y si a mi hijo le pongo de nombre Peter Parker?
¿Y si a mi hijo le pongo de nombre Peter Parker?

En las últimas décadas nos hemos alejado de los nombres tradicionales. En el año 2000 había en Estados Unidos 298 personas llamadas Armani y 269 con el nombre Chanel. Además, 353 niños fueron inscritos como Lexus y otros 49 como Canon. Quizás esa fue la única forma que encontraron los padres de exteriorizar sus deseos de éxito y asegurar para sus hijos un futuro promisorio en los campos de la moda, los autos o la fotografía.

Puede parecer una locura, pero se trata de un anhelo sincero. “Inconscientemente, al ponerle un determinado nombre al niño, se busca unirlo con una fuerza mística que haga de él alguien superior”, señala el antropólogo Armando Millán. Eso explica por qué en el pasado la gente bautizaba a sus hijos según el santoral: esperaban que el niño adquiera la protección y guía del santo celebrado el día de su nacimiento.

De igual manera, ese deseo de que el hijo alcance un mejor nivel de vida es la causa de que en el Perú haya cada vez más Charles y Marys, y menos Carlos y Marías. “El vínculo mágico se mantiene en las nuevas cosas que estimulan a la gente. Si hoy en día el mundo está dominado por la cultura anglosajona, como antes lo era por la católica, no es raro que se elija un nombre en inglés, pues se busca que el niño llegue a ser parte de ese poder”, afirma Armando Millán.

La sicóloga Janet Oliveros, del Centro Psicoterapéutico del Perú, advierte que poner esta clase de nombres supone un riesgo a largo plazo. “Debe existir una congruencia entre el nombre de la persona y la realidad en que vive. Hay casos en nuestra sociedad de gente que se llama Elton John o Michael Jackson. Los padres no se dan cuenta que cuando estos niños crezcan y tengan más conciencia de las cosas, pueden sufrir por sus nombres y ser blanco de burlas”, manifiesta la doctora.

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