“Llora guitarra porque eres mi voz de dolor, grita su nombre de nuevo si no te escuchó y dile que aún la quiero”, se oye en la casa de Lince de Lucila Campos.
Su familia y vecinos, con ramos de flores e instrumentos en la mano, cantan al unísono frente al ataúd de la intérprete. Un cuadro de ella en sus mejores años, con vestido rojo y cabello negro, yace sobre su féretro, al costado una foto de su hijo Peter Ferrari, fallecido en agosto de 2015.
ÚLTIMO DESEO. Una bandera de Perú cubre el cajón marrón. Su hija Zoila García Campos, entre lágrimas y con rostro de pesar, encabeza el festejo en la vivienda que vio crecer y dar sus primeros pasos a la reina de la música afroperuana.
“Era su deseo estar junto a mi hermano (Peter). Sus restos van a estar junto a la urna de él . Ya lo estoy asumiendo, es un dolor grande. Han sido hermosas las muestras de cariño y amor hacia mi madre”, señala Zoila Campos.
Un conjunto musical empieza a tocar ‘El guaranguito’ y la fiesta vuelve a la casa. Después de los rezos y aplausos, el féretro sale de la vivienda. Afuera, transeúntes y más vecinos se suman a la despedida. Luego la carroza llevó los restos de Lucila al cementerio Mapfre de Huachipa, donde ayer fue cremada.
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