Hijas relatan que Carmencita Lara "se fue tranquila y no sufrió"
Hijas relatan que Carmencita Lara "se fue tranquila y no sufrió"

Reina y señora del sentimiento, de los corazones quebrados, de aquellos que necesitan brindar por el amor perdido hasta olvidar el despecho. No habrá otra como  para acompañar el dolor del adiós. Voz inigualable y estilo único, orgullosamente trujillana, grande de nuestra música que ayer decidió partir a los 91, como vivió en sus últimos años: discreta y casi en silencio.

“Como todas las mañanas, nos disponíamos a atenderla, porque desde que hace cinco años que le dio un derrame cerebral ya no podía hacerlo. De pronto mi hermana Rosa María nos llama, y nos dice que mi mami estaba respirando agitada y con unas ronqueras raras. De pronto lanzó un suspiro y se nos fue, tranquilita, como si entrara a un sueño para despertar luego. Pero cuando le fuimos a tomar la presión ya no tenía, y nos dimos cuenta que había fallecido. No sufrió. Eso, dentro de lo triste de su partida, nos reconforta”, cuenta “Rochi” Lara.

POR AMOR

La “Reina de las provincias”, Julia Rosa Capristán García, dejó su verdadero nombre en el olvido por amor y nunca se arrepintió. Su encuentro con Don Víctor Lara hace casi 70 años fue vital para que ella iniciara un camino en la música que la convirtió en un ícono, difícil de igualar. Hoy, abatido por la partida de la mujer de su vida, Don Víctor guarda el acordeón; ha decidido que ya nunca más. Quiere el silencio y además no sabe si podrá superar el duelo.

Pero hoy valen los recuerdos, y hace exactamente un año el maestro Lara nos contaba cómo fue que se inició esa historia de amor con final feliz. “Ella trabajaba de costurera y alguien le recomendó que me buscara para que le enseñara a tocar el piano. Yo sin mayor entusiasmo le dije que cantara, que deseaba escuchar su voz; cuando lo hizo me quedé sorprendido. Inmediatamente le aconsejé que dejara la costura y menos que siguiera con el piano. Allí empezó todo”.

LOS PRIMEROS DISCOS

El amor también llegó, el matrimonio, los hijos; pero sobre todo las ganas de hacer una carrera en la música. El maestro Lara recuerda con gratitud a Don Óscar Avilés, quien le dio la oportunidad como productor general de la disquera Lempsa para que empezara a grabar los primeros discos de la dupla. “Nadie quería a Carmencita acompañada de mi acordeón; Don Óscar me dijo que me daba la libertad de hacerlo”. Un éxito tras otro, el reconocimiento, las giras por todo el Perú; 50 años de carrera que la convirtieron en ídolo. Antes de pensar en el retiro, Carmencita Lara quería dejar a su sucesora y la encontró en su hija Rosario Lara. La heredera marcó su destino en los escenarios y recibió el legado de su madre sin mayor discusión.

“La voz de mi mamá siempre será única. Yo le hacía los coros desde muy jovencita; fue ahí que me enseñó canto y hasta me ponía una peluquita para parecerme a ella. ‘No mires al público que te pondrás nerviosa; haz esto, aquello’. Yo aprendí de ella para ser su sucesora. Lo único que busco es que su público no la olvide”, recuerda Rosario.

“El Cañaveral”, local que Carmencita Lara construyó ladrillo a ladrillo en Comas y muchas veces la vio brillar, la despidió toda la noche. Hoy muy temprano sus restos parten al Ministerio de Cultura para seguir recibiendo más tributos. Pero los más sentidos, sinceros, aquellos que salen desde adentro, se darán en todo el Perú. “Llora llora, corazón, llora si tienes por qué, que no es delito en el hombre llorar por una mujer”. Una rockola, una mesa, varias botellas son más que suficientes para la nostalgia y el recuerdo. La Reina no ha muerto; sigue viva mientras se le cante y -por qué no- se le llore.

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