Ante la mirada inquieta de los más pequeños del barrio, un grupo de jóvenes demostraba sus habilidades con el balón en la losa deportiva Martinetti del asentamiento humano Jardín Rosa de Santa María, conocido como la “Huerta Perdida”, en (Cercado de Lima).

Allí donde los hermanos Álvaro y Ángela García vieron, durante toda su vida, a delincuentes escondidos, drogadictos reunidos y gente de mal vivir rondando, los jugadores y los menores disfrutaban de la misma afición: el fútbol.

Metros más allá, en el local comunal, ubicado entre la posta médica y un colegio de la zona, sobresalían las colchonetas azules que, minutos antes, habían sido utilizadas por niños cuyo sueño en común es convertirse en profesionales de la lucha libre.

Ambas escenas que observaban con detenimiento tanto Álvaro como Ángela, eran inimaginables tiempo atrás debido a la alta inseguridad, el descontrol y la ausencia de autoridades que caracterizaba al sector, donde hay actualmente 400 casas levantadas en angostos callejones.

Sin embargo, hace cuatro meses, el entorno de este asentamiento humano, considerado uno de los más peligrosos de la ciudad, ha empezado a cambiar tras la intervención iniciada por la (Divpol Centro 1) en coordinación con la .

El mismo proceso viene desarrollándose en la quinta San Isidro, bautizada por sus propios vecinos como “La Reja”, cuyo pasaje central es usado por los ladrones para cambiar su indumentaria y fugar a bordo de motos lineales o mototaxis.

Contexto

En Barrios Altos, según el coronel Javier Gonzales Novoa, jefe de la Divpol Centro 1, uno de los más recurrentes delitos es el arrebato, que se reporta sobre todo en las avenidas más congestionadas. “Los delincuentes aprovechan el tráfico para robar a quienes se trasladan en carros o en el transporte público”, indicó.

Los jirones Junín, Paruro, Huánuco y Áncash así como el área denominada “Cinco esquinas”, pertenecientes a esta zona, han sido incluidos dentro de los 25 puntos críticos detectados por la Divpol Centro 1 en el Cercado de Lima (ver infografía).

Estos lugares fueron detectados como los más álgidos del distrito, por lo que ahora son vigilados por la Policía con patrullaje a pie.

En esta lista también figuran los interiores y exteriores de la “Huerta Perdida” y la quinta San Isidro (jirón Centro Escolar), que alberga 125 casas. “Sabemos que son lugares donde los delincuentes se esconden; incluso algunos viven allí. Por ello, tienen la facilidad del escape”, refirió Gonzales Novoa.

De enero a setiembre de este año, los policías de la comisaría de San Andrés, a cargo del resguardo de Barrios Altos, capturaron en flagrancia a 163 delincuentes y a 45 requisitoriados. Asimismo, lograron desarticular a un total de 24 bandas delictivas.

Aunque la vigilancia con equipos policiales es un trabajo a largo plazo, durante los últimos meses la Región Lima redujo en 1.9% la percepción de inseguridad y -de acuerdo con Gonzales Novoa- han sido detenidos cabecillas como “Ruso”, Bebacho”, “Chuqui” y “Jason".

Prevención

Además de la presencia policial, en el asentamiento humano Jardín Rosa de Santa María, el Comité Distrital de Seguridad Ciudadana (Codisec) decidió promover el deporte en el local comunal a cargo de la Junta Directiva de los vecinos.

“En este lugar, desde hace un mes, se están dando clases de lucha libre para niños y jóvenes. Es un programa que lo lleva a cabo la Federación Peruana de Lucha Libre con nuestra división policial. Además, se resguarda la losa deportiva”, detalló el comisario de San Andrés, comandante Aliro Tamariz.

Este barrio -comentó- siempre ha sido peligroso debido a las drogas, el arrebato y la violencia; pero “hoy en día su situación ha mejorado por la intervención policial y la alianza establecida con la asociación de propietarios”, integrada por Álvaro y Ángela.

En "La Reja", en tanto, se ha iniciado un proyecto piloto que, además del patrullaje entre policías y serenos, involucra la mejora del entorno de la quinta, la cual -según Froire Reátegui, coordinadora de los vecinos- ha servido a los delincuentes, por muchos años, como guarida y ruta de escape.

“Estamos luchando para dejar de vivir con temor incluso en nuestras propias viviendas”, acotó Reátegui.