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A Fernando VII de España le decían 'el Deseado'. Hoy en día, semejante apodo estaría estrechamente relacionado con su prominente órgano sexual. Cuentan algunos historiadores que el soberano pene poseía un tamaño tan descomunal que se fabricó una almohadilla circular con un agujero central para que el rey pudiera penetrar a su reina sin provocarle desgarros. Otro monarca, Carol II de Rumania, también conocido por su gran miembro, necesitaba que sus amantes se sometan a ciertas intervenciones quirúrgicas para evitar laceraciones producto del sexo.

Y es que, aunque en nuestra cultura un pene de gran tamaño es considerado un bien preciado y símbolo de virilidad, la verdad es que podría ser muy limitante. Por ejemplo, el sexo anal se vuelve doloroso y muchas veces irrealizable. Asimismo, la práctica vaginal -a pesar de que el órgano femenino es altamente elástico- puede ser contraproducente, pues la mujer se expone a complicaciones perineales.

En cuanto al varón, un pene demasiado grande necesita más sangre para conseguir una erección, la cual, a mayor volumen, empeora su calidad y carece de dureza. Por otro lado, los órganos muy grandes no crecen tanto como los pequeños cuando se erectan.

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