Cuando el coronavirus fue detectado en el país y el Gobierno empezó a tomar medidas restrictivas para enfrentrarlo, en marzo de 2020, las ollas comunes surgieron como una respuesta espontánea y autoorganizada de lucha contra el hambre, que padecían decenas de peruanos debido a la crisis económica y de empleabilidad que se desató. Esta iniciativa, conforme pasaron los meses, se replicó a lo largo del país. Sin embargo, también afrontaron problemas, los cuales siguen afectando su continuidad.
Según el informe especial “Visión de las mujeres representantes de ollas comunes durante la pandemia por COVID-19″, de la Defensoría del Pueblo, el problema más frecuente con el que han tenido que lidiar las ollas comunes es la falta de recursos económicos para comprar víveres y utensilios necesarios para la cocina, de acuerdo a lo señalado por el 52% de los líderes de estas iniciativas que entrevistaron. Otro inconveniente recurrente es la desatención por parte de sus municipalidades, que les impide acceder a beneficios.
Entre otros problemas que identificaron se encuentran la descoordinación entre miembros de la olla, los contagios de COVID-19, conflictos en el territorio donde se lleva a cabo su organización comunitaria, entre otros.
Ollas comunes en grave crisis: reducen alimentos en raciones y vuelven a cocinar a leña
“El problema mencionado con mayor frecuencia ha sido la falta de recursos económicos para la compra de víveres o utensilios necesarios para la cocina. Además, señalan sentir desatención por parte de sus municipalidades locales, como ya fue advertido por la Defensoría del Pueblo en el Informe n.°010-2021-DP”, señaló.
El órgano defensorial reportó que la mayoría de líderes son mujeres, que dedican de 5 a 6 horas en atender las ollas comunas. Entre las tareas que desempeñan se encuentran la coordinación con las municipalidades, organización con las integrantes de la olla, las compras de alimentos, recojo de donaciones, distribución de alimentos para la semana, cocina, entre otros.