Cristo Moreno, bendice al Perú
Cristo Moreno, bendice al Perú

En una ciudad acostumbrada a las primaveras frías y grises, solo la fe logra reunir a miles de cálidos corazones alrededor de una imagen. Una fe vehemente, tenaz y agradecida, que tiñe de morado calles enteras, que despierta emociones expresadas en oraciones y lágrimas.
El Señor de los Milagros, como cada primer sábado de octubre, volvió ayer a encontrarse con sus fieles, a renovar los votos y esperanzas de un pueblo que sabe sufrir y llorar, pero también sonreír y dar gracias.
A él llegaron en procesión -como reza su himno más conocido- quienes imploran bendiciones y fuerzas para enfrentar destinos difíciles, en los que muchos solo encuentran angustia, desánimo y soledad. Paz y seguridad fue el pedido común entre los asistentes.

Testimonio. Los milagros, como sucesos inexplicables, son más que eventos llamativos o espectaculares: son las manifestaciones concretas de la fe.
“Cuando tenía 12 años, por jugar con objetos cortantes, me dañé una oreja y tuve una grave infección casi mortal. Me sané de milagro cuando la procesión pasaba por el jirón Callao, donde yo vivía entonces”, comenta Jorge Cárdenas, de 87 años.
Tiene el cuerpo cansado, pero él siempre acude al encuentro del Cristo Moreno. Hace 75 años, desafiado por su fe, decidió que no solo integraría una cuadrilla, sino que lograría liderarla.
Tiempo después se volvió capataz de la Cuadrilla N° 12, encargada de portar el palio. “Ya no cargo la imagen, pero lo hice durante 47 años. Aunque quedé medio sordo, lograba escuchar con claridad la música de la banda que me permitía llevar el anda al correcto compás”, cuenta.

Dios de vida. Las puertas de la iglesia de Las Nazarenas se abrieron minutos después del mediodía. Como es ya tradición, la imagen de Cristo crucificado fue recibida con palmas y llantos.
Aunque se dejó ver desde temprano, el sol brilló con más fuerza en el momento justo cuando el anda salía del templo. Para los fieles no existen las casualidades.
En ese instante, Ivonne Saravia besó en la frente a su hija de dos años, quien vestía un pequeño hábito morado con el clásico cordón blanco. “Yo no podía tener hijos. Le prometí al Señor que si me permitía formar una familia, le pondría el hábito todos los años a mis niños. A mi hija la bauticé a los seis meses y desde entonces he cumplido con mi palabra. Ella es mi bendición”, relata Ivonne casi llorando.

Gracias. Isabel Espinoza cuenta que, durante sus 95 años de vida, la intervención divina ha estado siempre presente. Cuando tenía ocho años, según cuenta, su madre sobrevivió a un derrame biliar que pudo matarla. “Desde entonces visto el hábito todos los años. Yo nací en la avenida Tacna y hasta que tuve 84 años trabajé en la calle vendiendo detentes. El Señor ha estado siempre presente en mi vida”, asegura.
Muchos años después, su hija embarazada estuvo a punto de perder la vida en un accidente de tránsito. En el paradero donde siempre esperaba el transporte, una combi se despistó y pudo arrollarla. “Ella pensó en el Señor y, quién sabe cómo, el vehículo se levantó y solo rozó sus pies”, relata. Ahora, ambas van siempre juntas a la procesión.
Para los seguidores del Cristo de Pachacamilla, cada oración oculta una historia, un deseo. Miles acompañaron ayer la procesión pera pedir nuevos milagros, pero sobre todo para dar gracias. De alguna forma casi mágica, ellos se sienten escuchados y bendecidos.