Es una máquina tirando números
Es una máquina tirando números

Michael Huamaní

jhuamani@grupoepensa.pe

Aunque acaba de ganar la Olimpiada Nacional de Matemática, Mónica Martínez, una escolar de solo 13 años, no cree tener una mente privilegiada. “En esta vida nada es fácil ni gratis”, comenta con una madurez y seguridad ajena a su voz todavía infantil. Los sueños, asegura, se pueden alcanzar cuando hay “amor y dedicación” de por medio.
La competencia académica se realizó el pasado 18 de octubre; Mónica inició su preparación desde enero. Ganar esta medalla de oro -reconoce con humildad- es solo el primer paso para un objetivo mayor: representar al Perú en la Olimpiada Matemática Rioplatense, a desarrollarse en Argentina entre el 5 y el 9 de noviembre.
En el camino tuvo que dejar atrás a varios otros candidatos. Desde julio, cuando inició la primera fase a nivel de colegios, Mónica superó distintas pruebas en especialidades tan complejas como combinatoria, teoría de números, álgebra y geometría.

SE SIENTE CAPAZ. “En las primeras fases, sinceramente, no me sentía nerviosa y quedé primera. En la prueba final sí sentí un poco de nervios al inicio, pero estaba confiada, me sentía capaz de resolver los problemas”, relata sonriente.
Adquirir ese nivel de seguridad no es sencillo. En el colegio, Mónica estudia desde las 8 de la mañana hasta las 6:30 de la tarde, horario mucho más extendido que el de las escuelas tradicionales. “En un turno resolvemos tres o cuatro problemas que plantea el profesor, con suerte hacemos cinco”, cuenta.
Aquel tipo de estudio, aclara, es el ideal para las competencias matemáticas, en las cuales el tiempo es lo que menos le preocupa. “No evalúan la rapidez, sino el método, el razonamiento y el ingenio para resolver los desafíos matemáticos planteados. En las (olimpiadas) nacionales nos dan solo cuatro preguntas para cuatro horas”, explica. El día de la prueba, Mónica acabó el examen una hora y media antes del tiempo límite.

NO SIENTE PRESIÓN. Aunque el ritmo de entrenamiento es duro y agotador, ella dice no sentirse estresada ni bajo presión. “Estoy acostumbrada a este tipo de competencias. Desde primero de primaria voy a concursos y desde sexto voy a olimpiadas”, recuerda. Sobre una repisa en su habitación, decenas de diplomas y medallas confirman su relato.
El día del examen, realizado en el Colegio Mayor Secundario, Mónica despertó antes de las 7 de la mañana. “No quería quedarme sin desayuno”, bromea. Cuando terminó la prueba, buscó a otros participantes para comparar respuestas, como siempre hace. “Primero me asusté porque hubo un chico con quien no coincidimos”, relata.
Los resultados, le habían dicho, se iban a publicar recién a las 9 la noche. Ella estaba alojada en una de las habitaciones del colegio. “Salí a las siete de la noche, en pijama, a ver los resultados, pero todavía no estaban. Los pegaron después en una pared. Ahí vi mi nombre, en primer lugar con puntaje perfecto: logré los 100 puntos”, cuenta con humildad.