La talabartería, un ARTE que agoniza
La talabartería, un ARTE que agoniza

La talabartería agoniza. Hace varias décadas eran decenas los que asombraban al mundo con su destreza para tallar expresiones rurales y urbanas en cuero. Hoy en día solo tres quedan en Huancavelica y uno de ellos, el más antiguo, accedió a compartir conmigo unos minutos de su incesante trabajo.

Teodoro Acero ya tiene 81 años, de los cuales 66 se dedicó al oficio y arte de la talabartería. Él nos cuenta que comenzó desde muy chico en la casa de su mentor Rodrigo Cuba, de quien aprendió sus primeras técnicas en este arte, a coser, trazar, tallar y manejar el cuero.

Antes los primeros talabarteros hacían enormes cofres de cuero, eran baúles en los que iban tallados flores, gente en caballos, hermosos paisajes que representaban a la sierra peruana. Entre los maestros de la “época de oro” de la talabartería que recuerda Teodoro están el señor Pineda, José Melgar, Santiago Sarabia y Cirilo Loayza. Todos ellos ahora se encuentran en los dominios del Padre Eterno.

COMPARTE SU ARTE. Teodoro hace un alto a su labor diaria en su tienda ubicada en la primera cuadra del histórico jirón Virrey Toledo en Huancavelica y nos explica con pasión y detenimiento su trabajo. Sus ocho décadas de vida no mermaron la fuerza con la que talla el cuero componiendo hermosos paisajes bucólicos con formas básicas como círculo, luna, media luna, rectas, entre otras.

Para ello usa herramientas como clavitos, compás, cortadores, graneadores y cincel, con las cuales detalla las técnicas que aprendió a labrar y durante 30 años enseñó a miles en el magisterio.

“De todos mis alumnos, solo uno sigue con la talabartería, los otros solo la usaron como una materia para aprobar el curso”, dice Teodoro, quien cuenta que esta labor le dio los recursos para hacer de sus hijos profesionales, pero que hoy en día no se dedican al arte que con tanto esmero cultivó a lo largo de su vida.

COMPETENCIA. Con tristeza, Teodoro muestra algunos objetos que él compró por 2 soles hechos con marroquí y que tienen dibujados motivos similares a los de la talabartería. “Esto lo hacen con cuño (prensa que talla el cuero), por eso sale más barato. Nosotros hacemos esto en un día, lo hacemos a mano, eso diferencia nuestro trabajo y lo hace único”, afirma.

Atrás quedaron los años en los que viajaba a Lima con dos o tres cajas y compradores le esperaban para adquirir su trabajo manual; ahora no pasa nada de eso. Antes una sola montura de caballo podía venderla en 2 mil soles.

“Hacer una montura, un baúl o cualquier otra cosa no era fácil, tenías que usar una chaveta y con mucha fuerza moldear el cuero y darle forma. Para hacer un zapato uno sufría, los que uso yo y usted son de cuero sintético, por eso no duran como los de hace años. El material no es el mismo y ahora hasta la suela es de mejor material”, afirma el anciano con una muestra de nostalgia en el rostro.